Victoria Lafora – Nadie pagara por el Prestige


MADRID, 13 (OTR/PRESS)

Once años después, que se dice pronto, la Justicia ha llegado a la conclusión de que no hubo delito ecológico en el desastre del hundimiento del Prestige y, por tanto, exonera a la administración de entonces. La única condena, por desobediencia, alcanza al capitán del buque Apostolos Mangouras que, dada su elevada edad, no ingresará en prisión.
Los miles y miles de ciudadanos de toda España que, de forma solidaria, se armaron de palas y trajes de plástico para tratar de limpiar las destrozadas playas gallegas, incluso poniendo en riesgo su salud, fueron a hacer turismo. Nadie es responsable civil de lo sucedido, nadie pagara la factura de 4.328 millones de euros que, según la fiscalía, costó recuperar la zona devastada por el petróleo.
La exoneración del entonces responsable de Marina Mercante, José Luis López Sors, se debe a que los magistrados han considerado que, si bien la decisión de alejar el barco de la costa fue discutible, no es achacable la magnitud del desastre a que estuviera la nave seis días dando tumbos frente a la costa gallega y soltando un fuel de la peor calidad, que alguien definió como hilillos de plastilina.
El que hizo esa frase, que ha quedado para la historia, no fue otro que Mariano Rajoy que, muy en su papel, trató durante toda la crisis de minimizar las consecuencias de unos errores políticos que obligaron al barco herido de muerte a deambular frente a las costas gallegas, mientras iba soltando entre cinco mil y seis mil toneladas de combustible que, pese a los deseos de Rajoy no llegó a solidificarse nunca.
La gestión de la crisis fue un auténtico caos administrativo, en ausencia del titular de Fomento, Francisco Alvarez Cascos, que se encontraba de cacería cuando ocurrieron los hechos. Todos los ministros se vieron en la obligación de opinar sobre la gravedad de lo sucedido y dejaron para la posteridad un rosario de estupideces que los once años transcurridos no han logrado borrar. Hubo incluso uno que, cuando se le preguntó hasta donde se debía desviar el barco, contestó -«¡al quinto pino!»- como si esa fuera una coordenada existente en las cartas de navegación.
Miguel Arias Cañete, tan contundente y seguro como suele, declaró que «la rápida intervención de las autoridades, alejando el barco de la costa, ha permitido que no temamos ninguna catástrofe ecológica». Eso sí, cuando comprobó su error, no se sumó a los voluntarios que quitaban el negro y pegajoso chapapote que inundaba las playas de Galicia.
Mariano Rajoy, apesadumbrado por el error de sus vaticinios, se consoló diciendo: «habremos cometido muchos errores, como es evidente, pero se ha trabajado con intensidad». Debía referirse a la sociedad civil pringada de negro hasta las cejas.
Al final a todos ellos les va a salir gratis todo este cúmulo de errores. Y la consecuencia más grave es que una catástrofe semejante puede volver a producirse en cualquier momento porque las navieras ya saben que no tiene consecuencias el hacer navegar viejas chatarras, con su pestilente carga por las costas españolas.

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