MADRID, 29 (OTR/PRESS)
No parece haber elegido buen momento la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, para sostener públicamente que «la ideología del PP es la que ha traído mayor progreso a la historia de la Humanidad». Como el alegato verbal se produjo contra el representante socialista, Jaime Lissavetzky, hemos de suponer que aquella estaba lanzando su pedrada verbal contra el polo ideológico opuesto al suyo. Ergo la alcaldesa estaba haciendo una apología del sistema de libre mercado basado en el funcionamiento de la oferta y la demanda. Justamente el que, a la luz de la reforma laboral fletada por el Gobierno del PP, acaba de aplicarse a los trabajadores de las concesionarias de las basuras madrileñas para poner fin a la reciente huelga.
Pero digo que la alcaldesa no eligió bien el momento porque el ensalzamiento de la ideología que hoy rige los destinos de la economía nacional, incluso mundial, vino a coincidir con la reprobación pública de la misma por parte del Papa Francisco. Como lo oyen. El Sumo Pontífice acaba de poner negro sobre blanco que los políticos deberían comprometerse frente a la tiranía del actual sistema económico. Según él, ese sistema «mata a través de la exclusión y la inequidad».
Son palabras textuales de una exhortación apostólica que acaba de difundirse bajo el título de «Evangelii Gaudium». En castellano significa «La alegría del Evangelio». Esa es la clave, el Evangelio como fuente doctrinal en materia social. Básicamente, contra la desigualdad y la pobreza que agobian también a una parte de Europa, incluida España, a causa de la crisis económica. Todo lo cual hace que, después de conocer el documento, muchos se pregunten medio en serio y medio en broma si realmente estamos ante un Papa rojo y si Ana Botella piensa desoír las exhortaciones pontificias. Evidentemente, no. Pero tampoco puede negarse que cualquier socialista de manual estaría dispuesto a secundar dichas exhortaciones.
Si echamos un vistazo a la historia, veremos que ya la «Rerum Novarum» del Papa León XIII hablaba a finales del siglo XIX, en coincidencia con la fundación del PSOE, de la miseria del proletariado y la necesidad de su redención. Al fin y el cabo, si se trata de acabar con la injusticia social, aquí y ahora, da igual que se haga en nombre del socialismo -el democrático, se entiende- o en nombre de San Francisco de Asís. Y en este punto lo que procede es constatar que, a pesar de todo, nadie cree que el Papa Francisco haya cambiado de bando.
Pero como preguntar no ofende, tampoco está mal que nos preguntemos si la alcaldesa de Madrid, su marido, el ex presidente Aznar y la mayoría de los miembros del Gobierno Rajoy, que son católicos, apostólicos y romanos, estarían dispuestos a secundar el mandato del Papa de Roma contra un sistema que «mata a través de la inequidad y la exclusión».