Charo Zarzalejos – La tentación del espectáculo.


MADRID, 1 (OTR/PRESS)

El insufrible pero, al parecer, inevitable goteo de excarcelaciones tanto de presos de ETA como de los autores de crímenes y violaciones que helaron la sangre de la opinión pública, está soliviantando muchos ánimos. Y es muy comprensible que quienes han sido victimas directas de las atrocidades en su día juzgadas y sentenciadas, sientan una enorme sensación de impotencia y que el dolor de la pérdida se haga de nuevo presente en toda su intensidad. Por mucho que se quiera, creo que es imposible ponerse en la piel de quien ha visto a su padre, hijo o hermano, destrozado por una bomba terrorista o machacado por unos cuantos tiros, mas los de remate por si los primeros no fueran suficientes. Es imposible ponerse en la piel de los padres que han perdido a sus hijas victimas de violaciones, asesinato y vejaciones. Imposible. De ahí que, cuando menos, sea una obligación moral y ciudadana respetar, entender y comprender las reacciones de rabia y dolor.
Precisamente por todo ello, bueno sería huir del espectáculo. No hay que descartar que algún excarcelado de ETA, en un tiempo le veamos dando discursos pero lo que no contemplo es la posibilidad de que ninguno de ellos acuda a ningún plató. No ocurre esto con los condenados y ya liberados autores de asesinatos como el de las niñas de Alcasser y otros más. No descarto que en la mente de algunos pueda estar el llevarles a un plató pare preguntarles como se vive en la cárcel, como se le ocurrió hacer lo que hizo y demás interrogantes para llenar de morbo el estudio.
El espectáculo es una forma bien digna de llenar parrillas y teatros, pero no todo es susceptible de transformarlo en espectáculo. Entre todos_unos más que otros_hemos convertido la política es una suerte de espectáculo, ahora solo falta que se conviertan en espectáculo personajes que han provocado tanto dolor.
Con la excarcelación todos ellos son ciudadanos libres en plenitud de derechos, pero esto no borra la memoria tan reciente de tanto dolor. Lo único que faltaba es que encima les pagaran para que nos «amenicen» la tarde o la noche. Descartar, descartar, no hay que descartar nada.

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