MADRID, 5 (OTR/PRESS)
Los banqueros son muy raros. Aborrecen del intervencionismo gubernamental, porque creen en la autorregulación de los mercados, pero en cuanto están en peligro sus empresas por su mala gestión, acuden a los gobiernos a que les saquen del apuro, con cargo al dinero, no de sus clientes, sino de todos los contribuyentes del Estado.
Loan la libertad del mercado, pero se reúnen en pandilla para domesticarlo y que actúe según sus propios intereses, o sea, que les gusta la libertad de mercado, siempre y cuando lleven al mercado sujeto con una cadena.
Al lado de ellos, los choricillos típicos made in Spain son irrelevantes, y comparar a los golfos de UGT o los de Gürtel con ellos sería como comparar a un tozolonero de tercera división con Cristiano Ronaldo.
A estos aristócratas de la estafa les han pillado y les han puesto una multa de 1.712 millones.
¡Menos mal que no hay ningún banco español! Digo menos mal, no por orgullo patrio, sino porque cuando a un banco le ponen una multa, lo primero que hacen los banqueros es diseñar un sistema para que la multa la abonen los clientes, a ver si te crees que la policía es tonta y los banqueros se han caído de un guindo.
De vez en cuando, algún político ignorante de esta característica se pone muy ardoroso en crear más impuestos a los bancos, creyendo que los van a abonar los principales accionistas con su fortuna personal, cuando, al final, siempre es el cliente el que, por diversos medios, termina pagando el pato del impuesto.
En cualquier comercio, el cliente siempre tiene razón, y en el comercio bancario el cliente siempre paga.
Lo que resulta deslumbrante es que, descubierto el banquero estafador, se le siga permitiendo que siga operando. Es como si se descubriera que el director de la escuela de párvulos es pederasta y se le permitiera tener el negocio abierto.
Lo que demuestra que «banqueros unidos jamás serán vencidos». Lo saben. Por eso, nunca ha habido una manifestación de banqueros.
