Fernando Jáuregui – Crónica muy personal de lo que vi este día-C.


MADRID, 6 (OTR/PRESS)

Nota previa: entiendo por día-C la jornada que alberga la conmemoración tradicional en el Congreso de los Diputados de un nuevo aniversario de la Constitución. Una conmemoración este año muy especial, porque se celebraba su trigésimo quinta edición, porque el patio anda muy revuelto y porque, excepto Mariano Rajoy, todos hablan de reformar la carta magna, aunque cierto es que unos lo dicen con un mayor énfasis y otros, con menos. Así, me encuentro en el abarrotado (menos que otros años, es la verdad) salón del Congreso de los Diputados con José Bono, que presidió la Cámara -entre otras cosas- y me habla de la «urgencia» de esta reforma. Otros dicen que hay que ir pensando en los cambios a introducir y algunos, quizá por aquello de mantener prietas las filas, dicen que los experimentos y las reformas constitucionales, con gaseosa.
Es, más o menos, la tónica de las palabras oficiales del hombre que ahora, con mesura y moderación, mucha moderación, preside la Cámara Baja, Jesús Posada. Los periodistas queremos ver, y nos apretujamos en el correspondiente corrillo, qué dice Mariano Rajoy, pero el presidente, que está más amable que de costumbre con los periodistas, a los que dice no odiar (hasta les enseña a algunos una foto de su hijo con una camiseta de futbol), no se sale de la tónica habitual: habrá reformas cuando se sepa para qué y haya un consenso lo suficientemente amplio para ello. También Rubalcaba está de corrillo, también está amable, pero dice algo muy diferente: reforma de la Constitución ya. Y advierte de que, además, él lo dijo hace ya un año. Otros vienen pidiendo los cambios desde antes y presumen menos, pero cada cual habla, en estos actos, de su libro.
Como el ministro de Hacienda Montoro, a quien encuentro poco proclive a acudir a explicar en el Parlamento lo que ocurre con la Agencia Tributaria, con la que daría la impresión, oyéndole, de que no tiene nada que ver. O como el titular de Interior, Jorge Fernández, que trata de mostrarse amable con los chicos de la prensa y convencerles de las bondades disuasorias de las controvertidas concertinas a la hora de recibir las avalanchas de inmigrantes procedentes de Marruecos. Es para lo que sirven estos actos: para que cada cual aproveche la ocasión para vender su mercancía, cosa que ni siquiera intentan cuando no se producen estos tumultos de canapé y mucha mirada hacia atrás: porque por allí andan Landelino Lavilla, y Fernando Alvarez de Miranda, y el ya mentado Bono -que prepara su segundo tomo de memorias y parece haber disfrutado poco con los volúmenes que acaban de sacar a la luz otros colegas de la política, como Zapatero, Aznar o Solbes- y muchos más, claro. No así ministros como Guindos, Soria, García Margallo y algún otro al que se echa de menos, aunque no sea más que para intentar sacarle alguna declaración al paso y al uso. Wert sí está, tan contento como siempre, aunque, como le ocurre a Fátima Báñez, está menos solicitado por los informadores, que van de un extremo a otro del recinto esperando unas migajas verbales.
Presidentes autonómicos, pocos: conté solamente cinco. Diputados, no demasiados. Ninguno nacionalista, por supuesto, ni de Amaiur ni, me pareció, de Izquierda Unida, aunque puede que se me pasasen por alto. Eso sí, allí estaban casi todos, y muy unidos, los de UPyD, encabezados por Rosa Díez, que hasta repartió sonrisas y chanzas con el mismísimo Mariano Rajoy. Los dos estaban distendidos, no como en las sesiones de control parlamentario.
Sociedad militar, bastante, pero civil, también poca. El mundo de la cultura, del arte, de algunos colectivos profesionales más o menos importantes para la marcha del país sigue tomándose el «puente» y desdeñando la visita a la Carrera de San Jerónimo. Lo mismo, por cierto, que los ex presidentes González y Aznar, que jamás consideran su obligación dejarse caer por estos eventos, aunque cierto es que el ex presidente socialista apareció este viernes en una entrevista periodística lanzándose a una encendida defensa -muy comentada, por cierto- de la reforma constitucional. No, a Zapatero tampoco le vi.
Me marché de allí con la sensación de que estos aniversarios constitucionales pierden peso y fuelle. Me lo reconocían hasta dos «padres» de la Constitución que por allí andaban, que por allí suelen andar cada año. O la reformamos o en la conmemoración de 2014 el salón de los pasos perdidos puede quedarse vacío. Como casi ha ocurrido ya este año con las «jornadas de puertas abiertas»: la gente empieza a pasar ya hasta del recuerdo de tiempos en los que se hacía política, qué tiempos aquellos. Y es que la Constitución se puede leer ahora desde dos estado de ánimo: el que todo quiere conservarlo, aunque muchos artículos estén ya claramente desfasados, y el de quien quiere aplicar una pincelada regeneracionista. Para estos últimos, la mano de pintura sobre el articulado constitucional tiene que ser bastante extensa.

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