MADRID, 12 (OTR/PRESS)
La prestigiosa revista norteamericana «Time» acaba de designar «Persona del Año» al Papa Francisco por el papel que a juicio de la citada revista ha jugado el nuevo pontífice en el cambio de la percepción de la Iglesia católica tras su elección. El Papa se ha impuesto en las votaciones para este premio a personajes tan dispares como el Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, el filtrador de los papeles de espionaje de la CIA, Edward Snowden o el Presidente sirio, Bachar el Asad. Este es el tercer Papa que recibe este premio de «Persona del Año» de la revista Time. Anteriormente lo lograron Juan XXIII en 1962 y Juan Pablo II e 1994.
¿Realmente ha cambiado tanto la percepción de la Iglesia católica con el Papa Francisco como sostiene la revista Time? La respuesta a esta pregunta no es nada sencilla, porque entre otras cosas, nos movemos en el terreno de las impresiones subjetivas. Intentemos, por tanto, objetivar lo mas posible esta cuestión. El Papa Francisco lleva únicamente nueve meses en la silla de Pedro, por lo que la primera apreciación que convendría hacer es que se trata de muy poco tiempo para hacer afirmaciones tajantes sobre la labor de su pontificado, y no digamos nada si lo que se pretende realizar en un balance.
Es cierto que el Papa Francisco, desde el mismo momento de su elección, se ha prodigado en una serie de gestos y actitudes, dirigidos todos ellos a acercar su figura y persona a la gente, renunciando para ello a algunos hábitos y costumbres que hasta entonces eran normales en sus predecesores. En ese contexto habría que inscribir su renuncia a vivir en el apartamento que el Papa tiene disponible en el Vaticano para seguir en la Residencia Santa Marta; o a utilizar un coche utilitario en sus desplazamientos o a reducir al máximo posible su escolta. ¿Pero alguien podría mantener que Juan Pablo II no era igual de cercano o mas a la gente que Francisco? Estamos por tanto ante una simple cuestión de estilos.
En lo fundamental, este Papa, como no podía ser de otra forma, está continuando la labor de sus predecesores, poniendo un especial énfasis en cuestiones como la preocupación que la Iglesia ha de tener por los pobres, por los que están mas alejados de Dios y de la propia Iglesia, por la necesidad de que los sacerdotes salgan a los caminos a buscar, digámoslo así, a las ovejas perdidas, no quedándose encerrados en las parroquias; a preparar mejor las homilías. Pero los que crean que con el actual Papa, la Iglesia va a cambiar su postura en temas tan importantes, pongo por caso, como la defensa de la vida del no nacido, la indisolubilidad del matrimonio entre un hombre y una mujer o el sacerdocio de las mujeres, se equivoca. Una cosa son las formas y otra el fondo de las cuestiones en las que la Iglesia y el Papa son simples depositarios de la doctrina de su fundador, Jesucristo.