Rafael Torres – Los eventos aflorados de Caja Madrid


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Para Cristóbal Montoro, la madre de todos los escándalos es, sin más, «el afloramiento de una serie de eventos». La revelación de los correos electrónicos que describen el mangoneo profundo del PP en Caja Madrid, que acabaría, como no podía ser de otra manera, con la ruina de la entidad y de tantas miles de familias españolas, no significa otra cosa, según el ministro de Hacienda, que «el afloramiento de una serie de eventos».
¡De eventos! El amiguismo, el nepotismo, el tráfico de influencias, el saqueo, la malversación, la sirla continuada, la comercialización de productos-trampa a los ahorradores, la mentira y el dispendio que desvelan las comunicaciones cruzadas entre los directivos de la Caja y los políticos del PP, y de las de aquellos entre sí, son, según Montoro, eventos. Y su revelación merced a filtraciones que han logrado esquivar la ocultación y la «omertá», su afloramiento.
Juan de Mairena, el maravilloso heterónimo de don Antonio Machado, denunció la palabrería trucada y farsante en uno de los diálogos con sus imaginarios alumnos, y para ello empleó también, por venir al pelo, el palabro evento. Mairena pidió a uno de ellos que escribiera en el encerado: «Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa». Escrita la frase en la pizarra, el maestro le solicitó que la trasladara a lenguaje poético. El alumno escribió: «Lo que pasa en la calle». «No está mal», sentenció Mairena. Sólo la verdad, y dicha verdaderamente, es, en efecto, poética, pero me temo que, por serlo, sólo puede aspirar en esta España corrompida a la justicia poética, pues la otra, cuando menos en lo tocante al zugarramurdi de la Caja del PP, cuya quiebra precipitó la actual miseria de los españoles, ni está ni se la espera. Bueno, sí se la espera, pero, de momento, como si se esperara a Godot.
Lo que pasa en la calle, lo que pasaba en Caja Madrid y en tantas otras Cajas de similar jaez, son, para Montoro, los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa, o sea, en el mundo torcido de las torres de la Plaza de Castilla, donde Alex de la Iglesia vio al Diablo un día que tuvo a bien aflorarse allí. Llamar eventos a los aquelarres político-dinerarios que se pintan en los correos de Blesa sólo podía ocurrírseles a un concejal de Cultura y a la criatura que aseguró en sede parlamentaria, muy serio para lo que él es, que los salarios estaban subiendo moderadamente.

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