Hacienda somos todos, pero Montoro cree que es su cortijo.


Podría hacer una enumeración de las múltiples cosas positivas y bellas que tiene la vida, y así despegarme un poco de todo lo feo que nos rodea muy a pesar nuestro. Podría dejarme absorber por la onda buenista de algunos comunicadores serviles del poder y hacer seguidismo de los datos ad hoc, manipulados e interesados, lanzados desde aquí o desde Europa. Pero, no. Digamos que no me da la gana. Sobre todo, porque hay mucho que denunciar, y un periodista tiene la obligación de hacerlo, y no está para dar coba a los políticos, o para “consolar” a una sociedad hecha trizas.

Lo dije en varias ocasiones –y cada vez somos más los que pensamos esto—que la crisis moral e institucional ha llegado a cotas insospechadas, muy lejos de imaginar hace algunos años. La última encuesta del CIS coloca la corrupción en segundo lugar, justo después del paro, y los políticos en cuarto lugar. ¡Tenían que hacérselo mirar, pero ni caso! A los políticos les trae sin cuidado lo que opinemos de ellos. Solo son sensibles al voto, y como nuestra memoria es frágil, saben que unas mentirijillas bien dichas y un buen programa para no cumplirlo suele sacarles del trance.

La encuesta se refiere a los políticos en general, que ni por asomo consiguen acercarse al aprobado. Pero quien nos preocupa ahora es el Gobierno. ¡Miren que hemos tenido gobiernos malos con González y Zapatero!, con ministros y altos cargos en la cárcel, y no precisamente de visita. Pero los asuntos turbios del actual Gobierno convierten a Juan Guerra, Roldán y Aida Álvarez en aficionadillos de barrio. Desde lo más hondo tengo que decir: ¡Qué pena! Siempre decíamos que el talón de Aquiles de la izquierda era la corrupción, y así lo habían demostrado a lo largo de los mal llamados 100 años de honradez, desde el oro del Vita hasta los Eres de Sevilla y, por extensión y afinidad al tema de UGT, que esa es otra.

Las injerencias del Gobierno con las instituciones nunca habían sido tan activas ni descaradas. Después de la sentencia del 11M un contertulio amigo y yo decíamos para consolarnos: “Siempre nos quedará Marlaska”. ¿Qué diremos ahora? ¿Por quién suspiraremos como juez que nunca escribirá a los reyes magos pidiendo un puesto en el Consejo General del Poder Judicial o en otro órgano apetitoso? El Partido Popular ha vuelto a engañar a sus electores al incumplir otra de las propuestas de su programa. Ahora el CGPJ, por obra y gracia del inefable Gallardón, se ha convertido en un party de amiguetes y familiares de los políticos de turno. Destacaba el diario El Mundo al diputado del PSOE, Álvaro Cuesta jurando su cargo. ¿Sectario? No, lo siguiente. Rematadamente sectario y comecuras consumado que vomita verde.

Otro de los grandes escándalos de este Gobierno es el deterioro de la Agencia Tributaria. No sé si es que me falla la memoria, pero creo que nunca se había asistido a tal desvergüenza. Hacienda somos todos, pero Montoro cree que es su finca privada y pretende dirigir los braceros a su antojo. Intenta que los funcionarios, que deben estar al servicio del Estado, sirvan a sus intereses personales y de partido. Cuando hace unos meses la directora, Beatriz Viana tuvo que dimitir por la adjudicación de varias fincas a la infanta Cristina –tema nunca aclarado, por cierto—nos pareció raro, raro, raro, y con ella lo hicieron otros compañeros. Después vino el recurso de la cementera Cemex, que para pagar menos impuestos simulaba pérdidas. Hacienda no había admitido el recurso de la sanción impuesta, que ascendía a 450 millones de euros. El Gobierno se oponía a la multa y, ¡oh!, ¡con Montoro hemos topado!, que según se informó, tenía ciertos intereses. ¡Presuntamente!, no vaya a ser. La dimisión del jefe de la Inspección “por notables diferencias” en relación con determinados asuntos, la politización de los técnicos y el nombramiento de peritos judiciales, supone un borrón de tinta para Montoro y el Gobierno del PP que no tiene retorno.

Esta vergüenza que sufrimos los españoles es, en parte, para tapar la idem que no han tenido ni la Infanta, ni su marido, ni su secretario, ni el resto de la familia, que, debido a la censura de años, se había creído que eran reyes de cuento de hadas; con súbitos y lacayos, más allá del bien y el mal. Los muy expertos dicen que todo se va a quedar en nada, que hay un pacto entre Justicia y Gobierno con la Casa Real. No sé, pero el acontecer diario les está dando la razón. Los fundamentos del fiscal para no imputar a la Infanta, son de llanto. Si alguna vez la Monarquía hizo tanto bien a España como dicen, su comportamiento de los últimos años la está hundiendo.

Lo peor de todo es que los ciudadanos están perdiendo la fe en las instituciones y eso, a la larga, es una tragedia social. Los políticos, que deberían ser modelos ejemplares, se han convertido en un problema. Sería bueno que se dejaran de tantas leyes de transparencia y abandonasen la práctica de la mentira, del engaño, del subterfugio y el eufemismo; que dejasen de practicar el tráfico de influencias, la prevaricación y el cohecho, y que dejen de tapar a sus compañeros corruptos e instauren la práctica de la democracia dentro de sus partidos. En definitiva, que sean mejores personas.

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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