Victoria Lafora – El chaparrón.


MADRID, 11 (OTR/PRESS)

Comienza 2014 con la misma sensación devastadora de que los «brotes verdes», de los que tanto habla el PP, se otean pero no se tocan. Son evanescentes. Existir, existen, pero solo alcanzan a unos pocos. Mientras, la tozuda realidad del paro, los recortes, el empobrecimiento de una clase media que ha visto como se desvanecían unos logros conseguidos con años de trabajo, siguen pasando factura en las encuestas.
La calle cada vez está más harta de palabras sin soluciones y comienza a alzar la voz y a poner pie en pared. Los abucheos, regañinas públicas, pancartas en contra y otras manifestaciones del descontento, se han hecho comunes cada vez que un cargo, un representante de una institución del Estado o un político, incluso retirado, acude a un acto público.
El último en probar esa hiel ha sido Felipe González. Cuando pretendía presentar su libro, un ciudadano, cargado de justa ira, le ha reprochado la banalización del debate cuando hay tantas familias que lo están pasando mal en Andalucía. No deja de tener razón. Aunque a González se le ha pasado el tiempo de exigencia de responsabilidades y tampoco se le puede acusar de aferrarse al poder, pese a su dilatada estancia en la Moncloa, porque su última legislatura fue un acto de deber tras anunciar a los suyos día sí y día también que quería irse.
Un numeroso grupo de vecinos de Burgos han armado este viernes una revuelta callejera y popular, ante la pretensión de convertir una calle en bulevar. Tanta ira, contenedores quemados y otros destrozos, un menor detenido, evidencian el nivel de indignación ciudadana que salta ante cualquier chispa.
También este viernes en el barrio de la Cañada de Hidum de Melilla los jóvenes, hartos de vivir en la pobreza, el fracaso escolar y el paro, han tomado las calles para reclamar empleo y no lo han hecho de forma pacífica. Siete horas ha costado a la policía devolver la tranquilidad al barrio y retirar los contenedores que ardían en la calzada.
La Reina y sus acompañantes fueron abucheados en el estreno de una película sobre Vicente Ferrer, sin que se levantaran aplausos para silenciar la pitada. No es la primera vez ni será la última. Este 2014, en el que Rajoy confía que una cierta recuperación dé alas a su interés electoral y le haga ganar el favor perdido, va a ser el de los chaparrones públicos y la protesta ciudadana. Solo cabe recordar que la corrupción, la sensación de que todo el que toca poder intenta beneficiarse, el desprestigio de las instituciones y la falta de alternativas ha hecho perder el miedo a la gente.
De nada van a servir las nuevas leyes represoras de orden público o, incluso, el riesgo de que un vigilante jurado, convertido por el Gobierno en agente de la autoridad, se permita apalear a unos extranjeros como si esto fuera un país sin derechos.
La gota de la paciencia ante la inacción para resolver los problemas está empezando a colmar el vaso.

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