El presidente Rajoy o el exceso de prudencia


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

El Presidente peca de prudente, lo que hace que muchos le consideren un político con falta de iniciativa y un tanto apático. En algunos asuntos el pecado de prudencia se convierte en virtud, por ejemplo en lo que se refiere al conflicto desencadenado por los políticos nacionalistas catalanes. Pero en otros asuntos amarra mucho a la hora de dar su opinión.

Pensaba en esto mientras veía la entrevista que le han hecho en Antena 3 el lunes por la noche. Como Mariano Rajoy no es un político que se prodigue en declaraciones públicas la entrevista tenía un plus de interés.

El resultado seguramente fue decepcionante para muchos, porque a fuerza de prudencia, de no querer decir ni una palabra de más, resultó escaso de contenido aunque, todo hay que decirlo, por lo menos a mi me sorprendió su defensa de la Infanta Cristina.

Podría haberse mostrado más ambiguo, pero lo que le salió fue defenderla. Y seguramente el Rajoy más humano se nos mostró cuando al preguntarle como vive el Rey todo este asunto de la Infanta, el Presidente dijo que don Juan Carlos además de Rey es padre, y que por tanto le preocupan y le duelen los hijos como a cualquiera.

Pero salvo en este asunto y en afirmar prudentemente que en lo que respecta a Cataluña su única hoja de ruta es hacer cumplir la ley y la Constitución, como no puede ser de otra manera, poco más nos desveló el Presidente de Gobierno.

Por centrarnos en Cataluña, ya he escrito en otras ocasiones que en este asunto me parece acertada la prudencia del Presidente. Sería un desatino que Mariano Rajoy se dedicara a participar en una guerra de declaraciones. Que si Artur Mas dice algo él le respondiera, que si Oriol Junqueras dice lo de más allá el también estuviera al quite.

El presidente del Gobierno en lo que se refiere a Cataluña, en mi opinión, está acertando, al no participar del juego de declaraciones y contra declaraciones, y mucho menos de, cómo le piden los sectores más reaccionarios de nuestro país, dedicarse a amenazar con suspender la autonomía.

Rajoy ha repetido lo único que puede decir y es que su obligación es respetar y hacer respetar la ley y que él no puede «negociar» nada que tenga que ver con la soberanía que corresponde a todos los ciudadanos españoles.

De ahí no le sacan y hace bien. Pero ya digo que amen de cantar las bondades de su política económica, que todavía están por ver, aunque ojalá las veamos, poco más dijo en la entrevista televisiva. Se escapaba con anguila de las preguntas más comprometidas, y eso sí, hizo una profesión de fe en sus ministros más controvertidos que realmente es como para que nos preocupemos.

Y es que cuando hay tantos y tantos ciudadanos rechazando determinadas políticas, léase la nueva ley de educación, o la ley del aborto, me parece a mí que lo que debe de hacer un gobernante es preguntarse si está haciendo algo mal.

Y ojo, una cosa es aguantar los envites de la oposición, que la oposición está para eso, para ser el contrapunto crítico de cuánto hace el Gobierno, y otra cosa cuando hay un clamor de la ciudadanía contra determinadas leyes.

Es evidente que cuando un partido gana las elecciones lo hace con un programa electoral, pero teniendo en cuenta que de los programas electorales no se suelen cumplir ni la mitad, empecinarse en cumplir precisamente aquellos puntos que dividen a la sociedad a mí me parece un error.

El buen gobernante es el que gobierna para todos, no sólo para los suyos, y hay asuntos que requieren el mayor consenso. La educación, la sanidad, las pensiones, son asuntos que deberían de estar permanentemente consensuados.

Pero volviendo a la entrevista, seguramente los ciudadanos esperaban algo más, aunque acaso la cuestión de fondo no sea tanto lo que no dice el presidente si no esa aparente falta de fuelle, ese exceso de prudencia, ese temor a meter la pata, ese amagar y no dar.

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