Más que palabras – El evangelio del Congreso


MADRID, 24 (OTR/PRESS)

No se sí ha tenido algo que ver la «revolución» del Papa Francisco pero así, !de repente! el congreso de los diputados ha reeditado la Biblia. Nuestros políticos han cambiado el «y tú mas» por los libros sagrados y ¡claro! los exabruptos han sido más sutiles.
El evangelio, según sus señorías reza así:

«Una palabra tuya bastará para sanarme». San Alfredo (PSOE) «Quien esté libre de pecado que tire la primera». San Mariano(PP) «Fariseos del siglo XXI». San Joan (IU-ICV-CHA). «Al que tiene le será dado y tendrá más y al que no tiene, aún lo que tiene le será quitado». «Si un profeta profetiza paz cuando la palabra del profeta se cumple ese profeta será conocido como el que el señor en verdad ha enviado». Santa Rosa (UPyD).
Si se hubiera tratado de una clase de religión, en vez de una sesión parlamentaria, sus señorías hay que reconocer que no suspenderían la clase de religión, y la media hubiera sido muy alta incluso para quienes defienden un estado completamente laico y aconfesional.. Sea como fuere la historia ha servido para ver una sesión parlamentaria diferente y eso, acostumbrados a la monotonía, ha animado un poco el cotarro. Que sea San Mateo, Jeremías o cualquiera de los santos quienes se conviertan en protagonistas, en vez del insulto, el improperio o el sectarismo barato no está mal, sobre todo porque, en todos los casos, a buen entendedor las palabras bastaron.
Si uno analiza las citas todos, absolutamente todos, se podrían ver reflejados en ellas. Por lo tanto «el bibliazo» al adversario se podía haber convertido, perfectamente en una autocrítica. Ya se sabe eso de la paja y la viga…
Aquí, desde hace mucho tiempo, las palabras de los políticos ya no sanan, más bien irritan, y nadie está libre de culpa, ni de pecado, por lo que tampoco ninguno de ellos puede tirar la primera piedra al adversario. Todos, absolutamente todos, son fariseos y los ciudadanos les ven como tal. En todos los partidos hay quien ha mentido, ha robado, ha decepcionado a los suyos y se han mostrado como sepulcros blanqueados. Ha habido muy pocos, poquísimos, profetas de la verdad y por eso les han apartado.
A todos ellos les vendría bien, muy bien, volver a releer los textos sagrados y, por ejemplo, echarle un vistazo al «cantar de los cantares» donde se deja clara como el agua clara la suerte de los impíos: «Los impíos tendrán su castigo conforme a lo que pensaron, ellos que menospreciaron al justo. Porque el que desprecia la sabiduría y la disciplina es desgraciado, vana su esperanza, sin provecho sus fatigas e inútiles sus obras».
Sus señorías convirtieron el otro el día el salón de plenos en un púlpito pero ninguno de ellos sigue las enseñanzas de los textos a los que apelaron. Por lo tanto son impíos si hacemos una interpretación libre de la palabra y muchos desprecian la sabiduría. AMEN.

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