Antonio Casado – La movida del PP


MADRID, 29 (OTR/PRESS)

La convención nacional del PP, anunciada para el próximo fin de semana en Valladolid, forma parte del precalentamiento electoral. Se trata de comunicar a los ciudadanos en nombre del Gobierno que, así como la primera parte de la Legislatura se dedicó al saneamiento de la economía de España (ajustes y reformas), la segunda parte que acaba de empezar se dedicará a mejorar la economía de los españoles (bajada de impuestos, crédito para las familias y creación de puestos de trabajo).
Todo eso se puede echar a perder por el estrépito mediático en torno a una serie de nombres del PP de toda la vida que ahora reniegan de la política oficial de su propia gente. Empezando por el ex presidente Aznar, a quien su agenda internacional le importa mucho más que la causa del partido. Por eso ya ha comunicado su ausencia en los actos de Valladolid. Y el mismo síndrome se da también en la renuncia del ex ministro Mayor Oreja a figurar en la lista europea del PP. Prefiere desairar al partido de sus amores que competir electoralmente con un desertor, Vidal Quadras, un hermano gemelo en términos políticos e ideológicos, pero ya en otro partido (Vox).
En dos figuras tan vinculadas por arriba al PP, como Aznar y Mayor Oreja, debe haberse debilitado mucho su compromiso con el partido. Solo así se explica que el sentimiento de pertenencia ceda ante excusas tan tontas como un viaje al extranjero, en un caso, o la negativa a disputar con quien se siente absolutamente identificado en lo político. Esa identificación queda desmentida por el hecho de militar en organizaciones distintas. Y he ahí el contrasentido.
También es un contrasentido que María San Gil, acuse a su gente de «consentir la pesadilla que vive Euskadi». Sin embargo, ahí está una de las claves, seguramente la principal, de la aversión a Rajoy que sienten todos estos personajes. Me refiero a la política antiterrorista del Gobierno del PP y su franquicia vasca (Arantza Quiroga-Iñaki Oyarzábal). Todos ellos (Aznar, Mayor Oreja, Vidal Quadras, Abascal, San Gil, Ortega Lara) sostienen que el alto el fuego de ETA y la entrada de sus amigos políticos en las instituciones es producto de la continuidad negociadora de los socialistas.
Un discurso tóxico e incompatible con la verdad. La negociación del Gobierno anterior con ETA terminó entre los escombros de la T-4 (diciembre 2006). Desde entonces no ha cesado la lucha policial y el acorralamiento de la banda, ya prácticamente derrotada. Tan conscientes era de su derrota que, haciendo de la necesidad virtud, nos vendió aquel alto el fuego de octubre de 2011 como si nos hiciera un favor. Y si sus amigos políticos fueron instalándose en las instituciones. No fue por concesión del Gobierno, sino por sucesivas sentencias judiciales de obligado cumplimiento.
Lleva muy malas intenciones ese relato que, en nombre de las victimas del terrorismo (de algunas, no de todas, por supuesto), trata de hacernos creer que Rajoy ha bajado los brazos frente a ETA y su entorno. Qué disparate.

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