Antonio Casado – Y Rajoy mandó callar


MADRID, 3 (OTR/PRESS)

Está en los manuales. Cuando florecen las espinas en el jardín propio se desvía la mirada hacia los cardos del adversario. El enemigo exterior es el calculado señuelo que nos distrae del adversario interior. Tiene ventajas e inconvenientes. Recordarle a la parroquia que el enemigo del PP no es Aznar sino Rubalcaba, como hizo el presidente en la Convención Nacional, es una forma de meter en el partido al PSOE. Y eso es malo para el PP. Aunque puede que sea peor no hacerlo, ante los evidentes síntomas de dispersión interna que estaban pidiendo a gritos una sobredosis de fervorín.
Más de dos años después de la derrota electoral de los socialistas, el presidente del Gobierno recurre de nuevo a la herencia recibida como pedrada para deslegitimar al líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba. «Tú, que llevaste a España a la ruina, o te callas o reconoces el mérito de la gente», tronó Rajoy desde la tribuna de oradores del auditorio «Miguel Delibes» de Valladolid. Rubalcaba no tardó ni medio minuto en responder. No solo en responder. También en procesar las intenciones de Rajoy: «Siempre hace lo mismo cuando está con el agua al cuello».
El secretario general del PSOE también tira de manual. Sabe que cuando un líder se siente seguro de sí mismo no suele prestar mucha atención al adversario porque entonces le estaría haciendo un favor. Ergo, en Ferraz celebran la embestida del presidente del Gobierno contra el líder del principal grupo de la oposición, al que ha cedido parte del protagonismo de un conclave inicialmente pensado como operación preventiva frente a la desmoralización. Rubalcaba aprovechó bien el turno de réplica. Volvió a colocar su discurso sobre los paganos de la presunta superación de la crisis: «pensionistas que pierden poder adquisitivo, estudiantes que se quedan sin la beca, enfermos obligados a pagar las medicinas, emigrantes a los que quieren quitar la tarjeta sanitaria y mujeres a las que se quiere cercenar su libertad de ser madres».
Todo eso responde al mismo patrón de conducta política aplicado por el PP cuando los papeles estaban cambiados. Pero esta vez Rubalcaba ha tenido la habilidad de presentar a Rajoy ante la opinión pública como el hombre autoritario que manda callar al adversario político mientras él sigue sin dar explicaciones convincentes sobre sus relaciones con Luis Bárcenas y una trama de corrupción masiva emboscada en el tejido organizativo del PP. Ojo al dato: de los 187 imputados, 74 son o han sido dirigentes del PP o familiares directos de los mismos.
Por lo demás, el cónclave del fin de semana en Valladolid vendió la imagen de un partido «fuerte y unido» ¿Lo es? Salvo algunas cosas, diría Rajoy, aunque esta vez no lo dijo. Ni la frase ni las cosas que se apartan de la buena dirección. Por ejemplo, las discrepancias internas sobre el aborto, la financiación autonómica y las relaciones con las víctimas del terrorismo. O los nubarrones que se ciernen sobre la causa electoral del PP.

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