MADRID, 3 (OTR/PRESS)
No alcanzo a comprender el verdadero motivo por el que los dirigentes populares se han reunido todo un fin de semana en Valladolid salvo que el objetivo fuera acaparar los informativos del fin de semana. Por lo que ha trascendido no han hablado de nada, bueno, al menos no han hablado de nada de lo preocupa en estos momentos a los ciudadanos, lo más que han hecho ha sido discursos repletos de lugares comunes en los que apenas han pasado de puntillas por los problemas reales.
Lo más a lo que han llegado, el presidente dixit, es a anunciar que a partir del 2015 se empezaran a bajar los impuestos. Amen de volver a echar mano de la consabida «herencia recibida» para justificar levemente sus numerosos incumplimientos electorales. Pero de poco más ha servido la citada Convención Nacional del PP.
En realidad más que una Convención Política parecía una reunión de ejecutivos desmotivados, una terapia de grupo encaminada a darse ánimos los unos a los otros y repetirse hasta la saciedad de que están más unidos que nunca (dime de lo que presumes y te diré de lo que careces) y que el futuro será mejor.
Negar que tienen problemas en su ala derecha es tomarnos por tontos a los ciudadanos. Claro que tienen problemas, lo que está por ver es como se va a cuantificar que a la derecha del PP se haya formado otro partido, Vox.
Ya puestos creo que podían haber aprovechado la Convención no solo para decir lo mucho que apoyan a sus compañeros del País Vasco, sino para hacer pedagogía sobre la situación en Euskadi, explicando a la opinión pública y a sus propios militantes, que la política nunca es una foto fija y que el Gobierno está llevando a cabo una política antiterrorista acorde con la realidad de hoy, por mucho que eso duela, porque en lo fundamental todos los demócratas estamos de acuerdo sobre la catadura moral de quienes durante años asesinaron y extorsionaron, recordando que esos asesinos han perdido la batalla.
Pero nada de estos se ha hablado al menos explícitamente porque, a lo mejor el único objetivo ya digo, ha sido verse, darse palmaditas en la espalda, reconfortarse y poco más. Lo que es evidente es que si a cualquier ciudadano se le pregunta de qué ha servido esta Convención Nacional del PP, les cueste encontrar un solo elemento para explicarlo. La Convención ha sido la quintaesencia de la nada, más allá de ocupar unos cuantos minutos en los informativos. Y no sé yo si la propaganda sin contenido no es al final un arma de doble filo.
A los ciudadanos nos hubiese gustado que los dirigentes populares nos explicaran, pongo por caso, cómo piensan crear empleo, si van a cesar los recortes del Estado del bienestar, incluso debatir sobre la situación en Cataluña o si me apuran incluso quién va ser su primer candidato a las elecciones europeas. El único que ha dicho algo, ha sido el ministro de Justicia Ruíz Gallardón, que esta «erre que erre» empeñado con una ley del aborto rechazada mayoritariamente por la sociedad.
En cuanto al discurso de Mariano Rajoy, tampoco ha sido para tirar cohetes. Podría haber aprovechado el cierre de la Convención para hacer algún anuncio importante, pero esquivó la oportunidad.
La única novedad fue su durísimo ataque a Alfredo Pérez Rubalcaba insistiendo no solo en lo de la «herencia recibida», que ya resulta cansino de escuchar, sino que también reprochó al líder socialista que no sea capaz de reconocer los «logros» del Gobierno en la recuperación económica. El Presidente también se comprometió a una rebaja de impuestos, pero sin dar detalles de cómo y cuales.
Rajoy puso lo mejor de sí mismo a la hora de ese discurso de cierre de Convención, y sus compañeros de partido le vieron seguro, resuelto, con energía para tirar del carro, pero más allá de ese terreno de las sensaciones, la verdad es que al discurso le faltó concreciones y más contenido.
Amen de haberse dado ánimos los unos a los otros el comentario unánime es que la dichosa Convención ha sido un pan sin sal. Y si no que salgan a la calle y pregunten.
