Resaca tras la imputación


MADRID, 10 (OTR/PRESS)

Que una infanta de España tenga que declarar como imputada en un caso tan feo como el de «Noos», es evidentemente una noticia de primera página y no sólo, como se ha visto, en España. Trescientos periodistas acreditados dan fe de que la cosa tiene trascendencia. Pero por tras todo lo comentado en los medios antes, durante y después, uno descubre que debe existir un novísimo periodismo y otro concepto de lo que viene siendo eso tan genérico que llamamos «seguridad», esa cosa que alguna vez habría que definir y oficializar.

¿Pero a qué me refiero? Pues en el tema del novísimo periodismo, no sabría decirlo exactamente pero me quedé absorto y abrumado con los detalles de la jornada: las dudas sobre cómo sería el famoso paseíllo por la no menos famosa rampa, los tres saludos de la Infanta perfectamente contados al milímetro por los compañeros que allí estaban y hasta el número de pasos que dio Cristina desde que bajó del coche hasta la puerta del juzgado: según nos informaros, fueron once, ni uno más ni uno menos.

A esta pulcritud en la información de lo tangencial, hay que añadir que una cadena de televisión «coló» tanto en el viaje de ida como en el de vuelta a una reportera en el avión que viajaba la infanta con la intención -cumplida- de grabarla durante el vuelo sin que se enterase ni la protagonista ni su escolta.

Gracias a esa exclusiva, pudimos saber que la infanta en la ida a Palma estaba tranquila -o sea normal, sin ataque de nervios ni nada- y que consultaba algunas notas y su agenda personal.

A la vuelta incluso parece ser que le hizo gracia algo que debió decir el escolta porque se rió. Son datos e imágenes que nos las han repetido varias veces y que sin duda contribuyen para que luego se pueda escribir la verdadera Historia, la Historia con mayúscula. En fin, cada cual entiende la información de una manera.

Sobre lo que viene siendo el concepto de seguridad, también resulta extraño el despliegue: las inmediaciones del juzgado cortadas desde la madrugada, los alrededores blindados, 200 agentes de movilizados, policía en azoteas, inspección de las alcantarillas y hasta un helicóptero sobrevolando el área.

Más vale prevenir que curar, desde luego, pero quizás nos hayamos pasado un poco cuando los voceadores en contra de la infanta eran un puñado de antimonárquicos, unos trabajadores afectados por el ERE del Coca-Cola, algunos independentistas y me imagino que algún que otro antisistema y algún perjudicado por las preferentes.

No sé yo si esas concentraciones ponían en tan grave riesgo la seguridad de la infanta hasta el punto de utilizar todo lo que se ha utilizado. Y por eso decía que habría que definir lo que es «seguridad».

Si Moliner, presidente del Supremo acaba de decir que los «escraches» sin son pacíficos «son un ejemplo de la libertad de expresión» ¿cómo debería definirse un abucheo, o la reivindicación del puesto de trabajo del que te acaban de echar? Entonces ¿qué se entiende exactamente por seguridad? Le pediría al TS que nos diera luz en esta nebulosa.

Y al final lo de menos fue la declaración de la imputada y lo de más las imágenes que se colaron en una sala de Justicia teóricamente blindada por completo cuando el bueno del juez Castro había requisado móviles y cámaras.

En fin, lo de siempre en esta España nuestra: unos que se pasan, otros que no llegan y del fondo de la cuestión nada o casi nada, como era más que previsible.

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