Antonio Casado – Patada al tablero


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

Navarra siempre fue un laberinto de pasiones. Hasta la geografía conspira en el cruce de esas líneas de fuerza que por mucho que se prolonguen nunca llegan a encontrarse. Y si se encuentran es para batirse en duelo. En la Ribera y en la Montaña duermen los viejos fantasmas que parecen desperezarse. Carlistas y liberales, requetés y republicanos, como antaño, en querellas históricas actualizadas en la mutua aversión entre anexionismo vasco y navarrismo españolista.
Los socialistas zarandean a la Navarra plural y fragmentada que estaba siendo gobernada por UPN (Unión del Pueblo Navarro) en escandalosa inferioridad. La presidenta, Yolanda Barcina, solo tiene el apoyo de 19 diputados de los 50 que componen la Cámara autonómica. Era cuestión de tiempo que alguien se viera tentando a darle una patada al tablero. Lo acaba de hacer el PSN-PSOE (9 diputados), aprovechando el caso de corrupción desvelado en sede parlamentaria por la que hasta hace pocas fechas era la directora gerente de la Hacienda Foral, Idoia Nieves.
Nieves acusa a su exjefa, la consejera de Economía y número dos de Barcina de dedicarse a interferir a favor de los clientes de la asesoría fiscal que la consejera regentaba antes de entrar en el Ejecutivo regional. Usar la Hacienda Pública en beneficio propio es una acusación de suma gravedad. Hubiera sido irresponsable ignorarlo.
Los grupos de la Cámara han actuado en consecuencia al decidir la creación de una comisión que investigue las irregularidades denunciadas por la ex responsable de la Hacienda. Aunque Roberto Jiménez, líder de los socialistas, dice quedar a la espera de los resultados, solo contempla la hipótesis confirmatoria respecto a las denuncias de Nieves. Así que se concede un plazo de quince días antes de presentar una moción de censura contra Barcina si ella no disuelve antes esta accidentada Legislatura autonómica.
Por su parte, Barcina y su partido han reaccionado acusando al PSN de utilizar a los amigos políticos de ETA como costaleros de su asalto al poder. Mal argumento es utilizar el miedo a la izquierda abertzale como tapadera de un caso de corrupción tan grave. Sobre todo cuando la moción de censura, que prosperaría con toda seguridad en las actuales circunstancias, es un trámite previo para llegar también a la inmediata convocatoria de elecciones donde los navarros volverían a repartir cartas. Ese es el momento realmente difícil, porque un abertzalismo crecido en el nuevo Parlamento regional podría desenterrar el objetivo de la anexión de Navarra al País Vasco a la luz de una previsión constitucional (disposición transitoria cuarta).
Ahí duele. El riesgo es cierto pero, insisto, no puede convertirse, no debe convertirse en tapadera del caso de corrupción desvelado con pelos y señales. De ninguna manera puede reducirse eso a «una excusa para llegar al poder con los votos de Bildu», como sostiene la todavía presidenta.

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