La Operación 23-F de Jordi Évole, una metedura de pata.


En poco tiempo Jordi Évole se ha convertido en un pain on the neck o, como se dice en castizo, en una mosca cojonera, para políticos, corruptos, y asuntos varios no resueltos, algunos con cierto tufillo rancio. Sus entrevistas son oportunas, necesarias y valientes. Lo tengo catalogado como un periodista de raza y, sobre todo, veraz. Por eso, no entendí la broma que de su mano nos gastó La Sexta el día del aniversario de un hecho tan triste como el 23-F, presentándonos un documental falso, muy bien cebado durante la semana para que nadie faltase a la cita.

Confieso que caí como una tonta, e que incluso empezaban a encajarme algunas piezas del puzzle. Eso sí, mi desconcierto era total. Había cosas que no me cuadraban, pero mi emoción pudo más que la razón, aunque analizado en frío es otra cosa. ¡Cómo era posible que no se hubiese filtrado nada de esa puesta en escena! Cuando al final supe que todo había sido una tomadura de pelo, en parte, me quedé aliviada, pero muy desconcertada con Jordi Évole y sus pretensiones. ¿Fue por la audiencia? Hicieron un 24; un éxito total y no hay quien lo dude. Pero, ¿mereció la pena? ¿Fidelizó a esos cinco millones de telespectadores? ¿Vale todo? ¿Tenemos mejor idea de él después de la emisión del documental? Estoy segura de que muchos becarios que empiezan tienen como referencia al conductor de Salvados. ¿Lo van a seguir teniendo después de esto? ¿Despertará en el público cierta desconfianza porque “quien hace un cesto hace ciento”? Si lo que pretendía con el documental televisivo era innovar, ¿no podía haber elegido otro asunto sin resolver, y no algo tan sensible como el 23-F, sustanciado en unas horas de incertidumbre y sufrimiento, esperando lo peor?

Ojalá algún día sepamos qué ocurrió el 23-F. Ojalá nos enteremos de una vez quién está detrás de la muerte de Kennedy y de otros magnicidios; quién hundió el Maine; qué pasó con las Torres Gemelas; quiénes fueron los ideólgos del 11.M; qué hay detrás de la hipersexualización de la infancia; quién financia el terrorismo internacional; por qué se margina a los físicos no einstenianos; cómo influyen en el ser humano los disruptores endocrinos. Y podríamos seguir casi ad infinitum.

Si el falso documental tuvo tanto éxito es porque sabemos o intuimos que de la mayoría de los asuntos importantes sabemos solo lo que nos cuentan, es decir, puras patrañas. El éxito no es solo mérito de Évole, sino demérito de los diseñadores del sistema. Y documentales falsos como el que nos ocupa, contribuyen a que la ciudadanía se prevenga ante posibles resoluciones de otros casos sin resolver. Así que, mal acierto, se mire como se mire. Y me quedo sin saber a quién beneficia. A no ser que sea un experimento para crear ese efecto vacuna, cosa que dudo.

Me quedo con que fue una metedura de pata, a secas. Pero no quiero matar al mensajero por esta travesura, ni sería justo que los enemigos se ensañasen con él. Hay mucho que decir, y los Casolaros y los Évoles son imprescindibles.

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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