Fernando Jáuregui – Nueva era, costumbres viejas


MADRID, 12 (OTR/PRESS)

Un amigo, economista, me sorprendió este miércoles, durante un coloquio de emprendedores en Elche: resulta que el gasto público en el municipio de Villaviciosa de Odón, provincia de Madrid, veinte mil habitantes, es de diecisiete millones de euros anuales. El gasto público en el municipio británico de Aylesbury, cercano a Londres, sesenta mil habitantes, es de apenas dos millones de euros, una vez hecha la conversión desde la libra esterlina. Es un ejemplo al azar, pero mi amigo está cosechando unos cuantos más en Alemania, Francia y Bélgica, para compararlos con otros municipios españoles. Su conclusión provisional es abrumadora: el gasto en los ayuntamientos españoles es, de media, de aproximadamente cuatro veces el de otras localidades semejantes en tamaño, o incluso mayores, en la mayor parte de los países de Europa.
La conclusión es bien sencilla: España, una nación que tiene la mitad de habitantes que Alemania y el doble de funcionarios/políticos, sigue necesitando una reconversión a fondo en sus administraciones local, autonómica y central. Seguimos sobredimensionados, y aquella prometida reforma de las administraciones públicas, que de todos modos era tan tímida, nunca acaba de llegar.
Viene esto a cuento no solo por la anécdota de mi amigo, que comparó Villaviciosa y Aylesbury de una forma aleatoria, aunque con perversas intenciones; lo traigo hoy a colación porque todos hablan de que entramos en una nueva era, incluso con un sonoro relevo al frente de la Conferencia Episcopal, que ya es renovación. Pero, en la política profunda, todo sigue igual: premios para eurodiputados colocados «a dedo» en las listas, diputaciones provinciales a rebosar de personal con escasa funciones, corporaciones municipales múltiples y obras faraónicas por doquier.
Y ya que hablo, permítamelo el amable lector, de mis amigos: tengo otro que prepara un libro sobre las muy artísticas -por decir algo- rotondas que pueblan las carreteras de una Comunidad como Madrid. Calcula él que en horteradas de variado calibre las obras escultóricas que adornan -otro decir- tales rotondas superan ya los cien millones de euros. Y suma y sigue. Por cierto: en Aylesbury las rotondas no tienen motivos escultóricos, no se cambian las farolas cada dos años, tienen la mitad de pistas de paddle que, pongamos por caso, Boadilla del Monte, hay cuatro policías municipales -veinticinco en el municipio de Tres Cantos, cuarenta mil habitantes- y el ayuntamiento es un modesto edificio donde trabajan sesenta personas, quinientas en Getafe, también provincia de Madrid. ¿Sigo?

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