Antonio Casado – Crimea los retrata


MADRID, 17 (OTR/PRESS)

Cataluña no es Crimea. Por supuesto. Hasta el propio Artur Mas, presunto autor intelectual de la más reciente entrega de un reto soberanista en el marco español, procura marcar distancias. Y, además de marcar distancias, procura evitar las comparaciones. La explicación es fácil: eso le llevaría inevitablemente a compartir la posición del Gobierno de España en este distante y distinto conflicto, centrada en el respeto a la integridad territorial y la Constitución escrita de Ucrania.
Hete aquí que la posición oficial de Moncloa coincide con las posiciones de la Unión Europea y los Estados Unidos, dos referentes políticamente gratos a los defensores de una Cataluña independiente. No me imagino a Artur Mas y su gente de CiU llevándole la contraria a los jerarcas de Bruselas y al presidente Obama, que invocan la legalidad nacional (la de Ucrania, en este caso) y la legalidad internacional (básicamente, ONU y convenios multilaterales posteriores a la segunda guerra mundial). Tampoco le imagino condenando la independencia de Crimea porque atenta contra la Constitución de Ucrania y el derecho internacional. Eso sería como estar escuchando a Rajoy.
Si hemos de calibrar la coherencia de los mencionados actores, acabaremos en Kosovo (2008). El antecedente los retrata pero, en honor a la verdad, solo el Gobierno del Reino de España puede mirar hacia atrás sin ruborizarse. Ni reconoció ni reconoce la independencia unilateral de la antigua provincia serbia, por las mismas razones que no reconoce los resultados del referéndum en Crimea. Sin embargo, los nacionalistas catalanes pastoreados por Artur Mas aplaudieron en su día la independencia unilateral de Kosovo aunque ahora reprueban la de Crimen (si se materializa, pues la pelota está en el aire).
Hagamos memoria. Kosovo se independizó unilateralmente de Serbia con el apoyo de la UE y EE.UU., a pesar de que fue en las formas una clara violación de la legalidad nacional (la de Serbia) e internacional (la misma que ahora está vigente). Por supuesto, los nacionalistas catalanes y vascos se apresuraron a celebrar el coraje democrático de los kosovares (filo-albaneses) y a pedir al Gobierno de España el inmediato reconocimiento del nuevo estado.
Con las mismas reglas del juego, cambian las posiciones de los Gobiernos a escala nacional y a escala internacional, en función de los intereses y los resortes de poder que manejan. Sobre todo, dos: armas y dinero. O sea, poder militar y poder económico. Solos o en compañía de países aliados. Así se forma el cuadro de las relaciones internacionales, donde eso que los dirigentes llaman «legalidad» (nacional e internacional) es de cartón, de cartón piedra frente a la fuerza de los hechos consumados, que es a lo que seguirá jugando Vladimir Putin respecto a la UE y EE.UU., si le dejan. A los hechos consumados también quiere jugar Artur Mas respecto a la legalidad española e internacional, si le dejan.

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