Charo Zarzalejos – Los vándalos del siglo XXI


MADRID, 27 (OTR/PRESS)

No son quienes salen a la calle pidiendo trabajo, ni quienes protestan por la subida de las tasas académicas, ni quienes se organizan para dar a conocer sus reivindicaciones. Los vándalos del siglo XXI, son esos niñatos -ninguno llega a los 30 años- sin límites, que han nacido en democracia y que gozan de una libertad por la que nunca lucharon. Nacieron en ella.

Estos vándalos del siglo XXI no son gentes torturadas, ni famélicas por el hambre. Son eso, vándalos, puros delincuentes sin escrúpulos, profesionales de la agresión que tratan de colonizar todo lo que se mueve y que tienen a su favor un cuerpo normativo absolutamente garantista y lo que es más llamativo y decepcionante: la ausencia de condena rotunda y absoluta, con sujeto, verbo y predicado de quienes organizan las legitimas manifestaciones.

Antes, al contrario. Ahí están algunos personajes criminalizando a la policía y pidiendo la libertad de los detenidos con una contundencia tal que si la emplearan con el mismo entusiasmo y claridad en países como Cuba o Venezuela en donde si existen los presos políticos y la persecución sin miramientos del adversario, sus palabras no sonarían a insulto.

Luego hay otros que tratan de contextualizar el vandalismo apelando a declaraciones provocativas, como si la barbarie trajera causa de las mismas. La izquierda madrileña ha perdido una oportunidad de oro para condenar a quienes, si se presenta la ocasión, también actuarían en contra de ellos. Los vándalos del siglo XXI no tienen límites ni afectos. Van a por todas.

Sin duda, la actuación policial, en los últimos días ha carecido de la precisión y coordinación exigible, pero no nos debemos distraer. No podemos, no pueden algunos políticos caer en eso de condenar la violencia venga de donde venga. No. La Policía puede equivocarse, puede cometer excesos o quedarse corta y estas circunstancias exigen, cuando menos, aclaraciones y rotundas rectificaciones. Pero los vándalos del siglo XXI son los otros. Los que se cubren la cara y llenan sus manos con piedras, queman contenedores y pisotean la cabeza de un Policía.

Hay que distinguir entre las manifestaciones legitimas y los vándalos. No hay que meter a todos en el mismo saco pero si quienes capitanean las protestas quieren adquirir prestigio y respeto social, su primera obligación es condenar con contundencia, sin rodeos y sin contextos a quienes con contundencia, sin rodeos y sin necesidad de contexto previo, actúan sin límites pretendiendo cargarse la libertad por la que ellos, los vándalos del siglo XXI, nunca lucharon.

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