Fermín Bocos – El candidato


MADRID, 1 (OTR/PRESS)

A menos de dos meses de las elecciones del próximo 25 de mayo, el Partido Popular sigue sin candidato para encabezar la lista al Parlamento Europeo. No deja de ser sorprendente tenemos en cuenta que el PP es el principal partido de España -por el número de militantes y por el espacio político que controla-: el Gobierno, 10 comunidades autónomas y la mayoría de los ayuntamientos y diputaciones.
De hecho, es una situación rara. Incluso anómala en términos de vida democrática. No olvidemos que la Constitución -tan oportunamente invocada estos días para recordar a los separatistas «las líneas rojas»-, proclama (Art.6), que los partidos: «en su estructura interna y funcionamiento, deberán ser democráticos».
Es decir, que un solo ciudadano no puede o no debería ser el administrador único del sentir de muchos. En el caso que no ocupa de todos los militantes, cuadros y dirigentes del Partido Popular. Tengo para mí que en este asunto el presidente Mariano Rajoy se está equivocando. Y con él todos los que en un improvisado ejercicio de culto a la personalidad hablan de maestría en el manejo de los tiempos intentando explicar la demora en la designación del candidato.
Vender cálculo allí donde acampa la duda, es un ejercicio que no conduce a nada. Mejor dicho: conduce a la perplejidad de los propios y a la sospecha ajena de que quien marea la perdiz es porque no sabe muy bien qué hacer. Puede que todo se reduzca a tener que cuadrar el «suduku» de la inevitable remodelación del Gabinete que provocaría la salida de algunos ministros (Arias Cañete, García Margallo o de Guindos) para encabezar la lista o con destino al Eurogrupo. Pero la verdadera razón que explicaría la tardanza de Rajoy a la hora de poner el huevo serían las resistencias internas en el partido y en el Gobierno (Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría) a la eventual entrada de Javier Arenas en el Ejecutivo.
En fin, a lo dicho a la hora de tratar de avizorar la razón del retraso a la hora de designar candidato, habría que añadir un factor exógeno: los malos augurios de las encuestas. Todas pronostican una gran abstención y todas advierten, también, del castigo del electorado popular por los incumplimientos en materia de impuestos.
Sólo Esperanza Aguirre parece salvarse de la quema cuando los encuestadores preguntan por la popularidad de los dirigentes populares.
En fin, solo Rajoy sabe lo que Rajoy piensa, pero el tiempo pasa y, por lo que se escucha, es mucha la gente que empieza a pensar que no son formas.

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