En Twitter, donde hago el equilibrista desde hace una semana, un colega y compañero de fatigas tertulianas tuvo la ocurrencia de subir ayer un tuit recordando que el elegido por Hollande para arreglar la debacle socialista es el mismo que bajó a una niña gitana inmigrante del autobús escolar, para expulsarla de Francia.
Le ha caído encima la mundial. El problema, al menos para ese sector alucinado de la izquierda española que funciona ajeno a la ciencia y la evidencia, es que no es una opinion. El affaire de Leonarda ocurrió hace casi seis meses, pero ocurrió.
Tengo dos grandes amigos en Francia. Montes fue fotógrafo de guerra y ahora hace vino cerca de Perpignan y Lafaille era un genio de la gestión periodística y sigue en eso en Parías. Ni hablando a menudo con ellos he llegado a entender cómo funcionan los galos.
Coincidirán conmigo que resulta llamativo, como reveló en este periódico Juan Pedro Quiñonero, que el partido francés con más obreros en sus filas, de los de mono azul y callos en las manos, no sea el comunista o el socialista, sino el Frente Nacional de Marine Le Pen.
También choca que la gran vencedora de las elecciones municipales se la derechista UMP, que acudía a las urnas sin líder y sin programa.
Y ahora va Hollande y hace primer ministro a Manuel Valls, el más neoliberal y derechista de los socialistas.
Un tipo que recuerda al ‘macho’ Sarkozy y que en 2017 entrará en el Palacio del Eliseo como presidente.
