Escaño Cero – La fiesta del 23


MADRID, 23 (OTR/PRESS)

Permítanme una reflexión al hilo de la celebración del Día del Libro que no es otra que la urgencia de educar en el respeto de la propiedad intelectual y en la defensa de los derechos de autor.
El 23 de abril es una fiesta grande, una fiesta donde los espíritus de Miguel de Cervantes y de William Shakespeare se dan la mano para mostrarnos el camino hacia ese universo inigualable del mundo de los libros donde los lectores tienen cita con tantos y tantos autores que a través de sus libros nos enseñan a pensar, soñar, viajar, sentir, explicar a otros y explicarnos a nosotros mismos.
Me parece a mí que una de las asignaturas pendientes de los distintos gobiernos que hemos tenido hasta ahora ha sido la de enfrentarse con seriedad y determinación al problema de la piratería. No sé ustedes, pero yo vivo con tristeza cada anuncio de cierre de librerías. Y, desgraciadamente, desde que ha comenzado la crisis son muchas las que han cerrado sus puertas no solo porque muchos lectores no pueden seguir comprando libros por haber perdido su puesto de trabajo, sino también porque ha aumentado considerablemente el «robo» de libros en la Red.
Algunos libreros me cuentan que tienen clientes que les siguen pidiendo consejo sobre qué libros leer, pero ahora, una vez recibida la indicación, lo que hacen es buscar ese libro en páginas piratas y bajárselo gratis total.
Dirán ustedes que si una persona está en paro es evidente que no se puede comprar un libro, y estoy de acuerdo, pero lo que sí puede es ir a una biblioteca pública para poder leer lo que quiera gratis total.
En España contamos con una excelente red de bibliotecas públicas donde los lectores pueden acceder desde a los clásicos hasta las últimas novedades editoriales, de manera que nada justifica el piratear libros a través de la Red.
Sí, ya sé que el 23 de abril en Cataluña celebran la fiesta del libro como en ningún otro lugar del mundo y que da gusto salir a la calle y ver oleadas de gente con un libro y una rosa en la mano. O que en Madrid, en esta ocasión, una escritora ilustre como Elena Poniatowska ha recibido el Premio Cervantes. O que, con motivo del Día del Libro, se vienen sucediendo distintos actos literarios donde los autores disertan sobre literatura, firman libros, participan en mesas redondas, etc, etc. Pero más allá de la espuma de la fiesta queda esa asignatura pendiente que es la del respeto al autor, a quien ha dedicado dos, tres, cuatro o quince años de su vida a escribir un libro y que, si se lo roban, no solo están poniendo en peligro su modo de vida, sino que se está faltando el respeto a su trabajo, menospreciándolo, manoseándolo.
A mí me encanta la fiesta del 23 de abril, me parece que no hay nada más hermoso que conmemorar la existencia de los libros, pero me gustaría volver a recordar que, desgraciadamente, la cultura no es gratis, no puede ser gratis, y que el gobierno de turno no puede tener miedo a los internautas y tiene la obligación de defender los derechos de autor.
Ya sé que es clamar en el desierto, pero quién sabe si San Jordi hará un milagro y nuestros gobernantes se toman en serio de una vez por todas la necesidad de educar en el respeto a la propiedad intelectual y, eso sí, la oposición no hace demagogia jugando a ser los más «guais» del patio del colegio defendiendo el gratis total. Ya digo, hace falta educar en el respeto al trabajo ajeno.

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