Andrés Aberasturi – Pobre Cañete


MADRID, 28 (OTR/PRESS)

Me une a Elena Valenciano, la candidata a Europa por el PSOE, algo fundamental: el aburrimiento a la hora de estudiar Derecho; los dos somos desertores de esa carrera que no concluimos aunque luego nuestros caminos se distanciaron: ella se metió a telefonista del PSOE y fue subiendo y subiendo mientras que, quien esto firma, terminó, no sin esfuerzo, la Escuela Oficial de Periodismo en su última promoción-bis.

Siento pues una empatía especial por la candidata, una empatía tobogán que va desde una admiración casi infantil a cuestionar muy seriamente algunas cosas que dice en la campaña. Ya sé que los mítines son lo que son y que lo importante es dar titulares, pero habría que dosificar un poco los entusiasmos y las descalificaciones.

Así, cuando afirma rotunda que hay que decir «un no como una casa de grande» a la derecha que representan Mas, Rajoy y Merkel porque es la que ha traído a España hasta aquí y la que no ha tenido ningún empacho en tomar decisiones que sabían que iban a hacer mucho daño a la gente y que nunca hubiera tomado el PSOE. ¡Esa es mi compi de abandonada carrera!

Se va a enterar Merkel de lo que vale un peine en cuanto Valenciano llegue al Parlamento Europeo. Claro que podría haber incluido al nuevo gobierno socialista de Francia que está copinado la receta de los recortes o admitir la irresponsable responsabilidad de ZP en la pesadilla de Mas, pero tampoco hay que pedir demasiadas sutilezas cuando se pretende dar un no «como una casa de grande».

Lo que ya me cuesta más admitir es otra de sus afirmaciones que reproduzco textualmente:

«Por más imaginación que le echo, no me imagino a Cañete defendiendo a las personas discriminadas, defendiendo a las mujeres, defendiendo a las personas del mismo sexo que todavía están perseguidas en muchísimos países del mundo; no me imagino a Cañete por más imaginación que le eche defendiendo a los que sufren».

Yo creo que aquí ha cargado un poco más de la cuenta la suerte. Desde que uno es abuelo -y Cañete tiene toda la pinta aunque ignoro si lo es o no- piensa mucho en la opinión de los nietos. Dar por hecho que el bueno de Cañete está absolutamente incapacitado para defender a los que sufren, es mucho dar.

Si eso lo dijeran de mi, correría hasta mis nietos para explicarles que en política se dicen esas cosas pero que su abuelo es bueno, que defiende a las mujeres, a los que sufren, a los discriminados y hasta a las personas «que son del mismo sexo» perseguidas en muchos países. Esto último no está muy bien expresado por Valenciano, pero se entiende lo que quiere decir y no dice en el fragor de un mitin.

El problema para Elena Valenciano y para Cañete es doble: por una parte nadie cree en el Parlamento Europeo y por otra, cada vez son más los que no creen ni en el PSOE ni en el PP. Claro que todas las elecciones son importantes, pero unas más que otras y las del carísimo e inútil Parlamento Europeo, es de la otras.

Ya pueden vender la burra como quieran pero la realidad es que lo que podía haber sido y no es -tal vez lo sea algún día- es hoy por hoy un órgano tan inútil que solo se puede comparar con nuestro Senado.

Pero que sea inútil no quiere decir que haya que presentar al contrincante como una especie de Lucifer sin entrañas incapaz de sentir el más mínimo rubor ante el sufrimiento del prójimo. Pobre Cañete; tampoco hay que llegar tan lejos.

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