MADRID, 30 (OTR/PRESS)
Tienen el mismo nombre y las dos son de Valladolid, pero ahí terminan las coincidencias. Hablo de Soraya Sáenz de Santamaría (vicepresidenta del Gobierno) y de Soraya Rodríguez (portavoz del PSOE en el Congreso). En su trayectoria parlamentaria las dos han acreditado un buen estilo oratorio, pero es diametralmente opuesto. La vicepresidenta es incisiva, fecunda en recursos dialécticos y rápida en las réplicas y torrencial, directa y agresiva la portavoz socialista. Si tuviera que buscar analogías en el mundo de las artes marciales situaría a Rodríguez en el agresivo y contundente el mundo del «taekwondo» y a Sáenz de Santamaría en el ceremonioso pero letal arte del «aikido».
Las dos se alzaron con el protagonismo de la última sesión de control al Gobierno a raíz de un tenso cruce de acusaciones relacionadas con el presunto cobro de sobresueldos. Para entender el porqué del grueso calibre de la munición dialéctica empleada por la portavoz socialista en el inicio del lance hay que recordar que los políticos ya están metidos de hoz y coz en campaña electoral. Circunstancia que no debería ser excusa para acusaciones que rozando la imputación de delitos se presentan sin otra prueba que citas de noticias publicadas por los periódicos.
Eso es lo que hizo la portavoz socialista emplazando a la vicepresidenta a que diera explicaciones sobre el presunto cobro de sobresueldos a cargo de fondos del PP que por estar bajo sospecha (caso Bárcenas), están siendo investigados por la Audiencia. Investigación en la que en ningún momento aparece o es citado el nombre de Soraya Sáenz de Santamaría. Y esa es la cuestión de fondo: para acusar hay que tener pruebas. Preguntada por ellas, Soraya Rodríguez remitió a los periodistas a lo publicado por algunos periódicos, dejando así al descubierto la fragilidad de su acusación. El desahogo de Soraya Sáenz de Santamaría en los pasillos -«En mi puta vida he cobrado un sobre»- frase con la que resumía la indignación provocado tras haber sido acusada sin pruebas de cobrar 600.000 euros en sobresueldos, define a las claras el cabreo con el que salió de la sesión.
Lo ocurrido invita a reflexionar. Todo no vale en política. Una cosa son las críticas o las invectivas nacidas de las discrepancias políticas y otra, muy diferente, son las acusaciones sin pruebas. Imputaciones que aireadas por los medios trasladan a los ciudadanos la idea de que «algo habrá» cuando se señala a alguien en relación con asuntos ilícitos o reprochables en términos éticos. Imputa que algo queda. Sin pruebas, no vale. Es rechazable. La campaña electoral ni justifica, ni ampara todo. Cuando estaba en la oposición, Soraya Sáenz de Santamaría forjó su personalidad y posterior encumbramiento político en memorables sesiones de control al Gobierno. Teresa Fernández de la Vega, a la sazón inquilina de la Vicepresidencia, seguro que lo recuerda bien. Sabido que para progresar hay que ir contra alguien, parece que Soraya Rodríguez se ha tomado la receta al pie de la letra.