Fernando Jáuregui – El machismo, como arma política


MADRID, 16 (OTR/PRESS)

Ya sé que luego nos acusan, a quienes hemos de ejercer de mensajeros, de tergiversar las cosas o malinterpretar lo que dicen, en su omnisciencia, los políticos, que de lo único que parecen no saber es de autocrítica. Pero mi obligación es escribir que me pareció poco presentable la reacción de mi amigo -amigo, sí- Miguel Arias Cañete tras el debate «a dos», primero y último, con la socialista Elena Valenciano, con quien también mantengo buenas relaciones de cierta, aunque algo más distante, amistad. Dijo Arias, perdonando un poco la vida a su adversaria ante las cámaras y ante las urnas, que un debate entre un hombre y una mujer «es muy complicado», porque si el hombre demuestra «superioridad intelectual o lo que sea» da una impresión «machista» ante una «mujer indefensa».
Bueno, no parece que la señora Valenciano, que, por cierto, ganó de calle el tele-debate, pueda encasillarse fácilmente en el capítulo de las «indefensas». Ni yo situaría a Miguel Arias en el grupo de los «machistas». Ocurre, simplemente, que se defendió mal ante la derrota e hizo unas declaraciones en las que sacó a relucir su natural espontaneidad, esa que el asesor Pedro Arriola le reprimió durante el debate, en el que estuvo tenso, rígido, poco natural, frente a Valenciano, que exhibió armas de tertuliana, interrumpiéndole constantemente pese a las reglas pactadas. Y no fue este, por cierto, el único pacto perceptible en un «cara a cara» en el que apenas se habló de corrupción, y de Cataluña se trató menos aún que en el debate previo en Bruselas, donde los cinco grandes candidatos a presidir la Comisión situaron la tentación secesionista catalana como uno de los puntos importantes y «calientes» en el desarrollo de la próxima Europa.
Remontando ya el puro debate, debo decir que Miguel Arias tiene mal planteada la campaña, y lo digo aunque las encuestas aseguren con cierta unanimidad que el PP ganará el 25 de mayo en las urnas (ganará al PSOE, que no a sus propios resultados de hace cinco años): la cartelería en azul es atroz, su insistencia en hablar de «la herencia recibida», cansina. No es que la campaña del PSOE destaque por su originalidad y visión de futuro, desde luego, pero me parece que está concebida en términos más eficaces que la de los «populares». Lo que ocurre es que a los socialistas les crecen los enanos en el circo electoral: los que se presentarán a las primarias andan ya dando vueltas al ruedo, procurando, eso sí, y, aunque procuran no hacer mucho ruido, distraen; y el «barón socialista» extremeño nos sale con la ocurrencia de presentar una moción de censura que acabó como acabó y que, inexplicablemente, no fue transmitida por la tele autonómica.
Pienso que, ahora que enfilamos la recta final de una campaña átona, en la que el mayor gasto de gestos -efímeros porque han pasado bastante inadvertidos, por cierto- lo han hecho algunos de esos tertulianos que encabezan candidaturas «menores», hay que corregir algo el tiro. Nada de lo que se dijeron los dos principales candidatos en el debate mereció los honores de un titular periodístico, y eso es imperdonable. El personal, que es el que vota -o debería votar- y paga los impuestos, está claramente aburrido de tanta llamada al recuerdo de la herencia recibida, de tanto «y tú más», de tanto sacar a relucir un proyecto de ley del aborto que jamás entrará en vigor y nada tiene que ver con el debate europeo, de tanto pacto subterráneo -y negado oficialmente, claro- para no tirarse a las respectivas cabezas los casos de corrupción en los que cada bando haya incurrido.
Estoy impaciente, porque ahí no hay pacto ni cartón, por ver nuestro propio «debate televisado a cinco» nacional, entre los candidatos que ya tienen representación en el Parlamento Europeo. Hasta ahora, que yo sepa -es posible, desde luego, que de algunas cosas no me haya enterado, pero eso también sería sintomático-, no ha entrado en el ruedo de la política nacional ni una idea nueva, atractiva, para mejorar nuestra presencia en el «club» europeo. Ya solo queda una semana para afinar mensajes y propuestas. Nada que ver con lo que nos han ofrecido hasta ahora. Déjense de machismos, de acusar al otro de liberticidas, de herencias y de zarandajas y hagan, por favor, que nos interesemos por este partido, que ya sé que no es precisamente el del Real-Atlético, pero que seguramente es el más importante de nuestra historia.

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