MADRID, 22 (OTR/PRESS)
Se acabó. Este viernes finaliza la campaña electoral para elegir el próximo Parlamento Europeo. La verdad es que en España, nuestros candidatos, han hablado poco de la Unión Europa y mucho de la política cotidiana. En realidad ambas están entremezcladas puesto que muchas de las decisiones que se toman en Bruselas tienen una traslación inmediata en nuestra política y en nuestras vidas. Recuerden como tanto Rodríguez Zapatero como Mariano Rajoy han justificado algunas de sus políticas más impopulares precisamente con la excusa de que era lo que mandaban desde la Comisión Europea.
Y ese es el problema y el motivo del desencanto de tantos ciudadanos ante la UE, el ver que hay un sanedrín que es quién decide lo que se hace y deshace y que ese sanedrín no lo han elegido los ciudadanos. El déficit de la UE continua siendo la democracia, la falta de participación de los ciudadanos en las decisiones que se adoptan en Bruselas. En realidad el Parlamento Europeo pinta poco, no es un Parlamento al uso que pueda plantar cara a la Comisión Europea y hacerla rectificar. De ahí que haya ido creciendo el desinterés cada vez que se celebran elecciones al Parlamento Europeo.
En realidad Europa se está construyendo a espaldas de los ciudadanos y la Europa que está resultando no es la que soñábamos. Esta Unión Europea ni siquiera es la de los mercaderes sino que se ha construido una Europa en la que los poderes financieros son los que mandan y donde intereses que nada tienen que ver con los intereses de los ciudadanos son los que priman. Lo hemos visto en esta crisis en que se nos han aplicado recetas que han empobrecido a una parte de los países europeos, los del sur, y de paso se ha comenzado a desempedrar el Estado del bienestar con el eslogan de que no nos lo podemos permitir. Y quienes dicen que hay que recortar el Estado del bienestar son los mismos que no han tenido reparos en sacarnos el dinero para salvar a los bancos que habían jugado con los ahorros de sus clientes amen de engañarlos con las preferentes.
Pero a pesar de todos sus defectos y déficits la Unión Europea merece la pena, eso sí, hay que cambiarla de abajo arriba. La UE tiene que ser un espacio donde se tengan en cuenta los problemas de la sociedad, tiene que ser un espacio de solidaridad, tiene que defender el Estado de Bienestar, tiene que ser capaz de ser una potencia económica y basándose en la investigación, en la tecnología, en la educación. Y tiene que ser democrática. Los ciudadanos tenemos que poder participar de las decisiones que se toman en Bruselas. No podemos continuar como corderos aceptando que se nos diga que tal o cual cosa se ha decidido en Bruselas y que nos guste o no la tenemos que aceptar.
En esta campaña electoral quienes más han hablado de Europa han sido el candidato de UPyD, el profesor Sosa Wagner, y el de Ciudadanos, Javier Nart, los demás han centrado su discursos más en los asuntos de la política española.
Desde luego el gran tema de la campaña ha sido el disparate dicho por el candidato popular, el señor Arias Cañete presumiendo de superioridad intelectual frente a Elena Valenciano. No es un asunto menor, ni una anécdota. Es de una gran gravedad que un político se crea de verdad superior a una mujer por el hecho de ser hombre. Al señor Arias Cañete hay que recordarle el viejo refrán de «dime de lo que presumes y te diré de lo que careces». Pues eso. Y aunque al final se ha disculpado sus disculpas han llegado tarde y mal.
Las encuestas auguran una gran abstención, y lo comprendo porque es muy grande la tentación de quedarse en casa puesto que la UE la están construyendo sin los ciudadanos, pero aún así siempre merece la pena acudir a las urnas. En esta ocasión el objetivo debería de ser empezar a construir otra Europa que no funcione a las ordenes de Alemania ni de políticos que están subordinados a los intereses financieros en vez de a los de la gente. Por soñar que no quede.
