Al margen – Le llaman de todo, menos bonito


MADRID, 28 (OTR/PRESS)

Poco ha tardado la carcunda en difamar, vilipendiar y criminalizar a la cabeza visible de Podemos, Pablo Iglesias, y, en su conjunto, al movimiento que el joven profesor de la Complutense dirige. Menos bonito, le están llamando de todo, y eso que el chaval, al contrario que tantos que siguen pastando del Presupuesto, ni ha robado, ni ha prevaricado, ni ha malversado, ni ha maquinado para alterar el precio de las cosas, ni ha recibido sobres con dinero negro, ni ha participado en la macro-estafa institucional de las Preferentes, ni ha hundido las Cajas de Ahorros, ni ha birlado el pan a los pobres para asegurar el dividendo de los ricos, ni le ha quitado la tarjeta sanitaria a ningún ser humano, ni tiene fortuna opaca ninguna en los paraísos fiscales, ni tiene intención de viajar en «business» al Parlamento, ni ganar doce veces el salario mínimo como eurodiputado, ni nada.
Quienes, por alguna razón que se me escapa y por otras que no se me escapan en absoluto, están poniendo a parir a Iglesias por el mero hecho de haberse presentado a unas elecciones y haber sacado un millón y pico de votos, no sólo faltan al respeto de la persona, sino al del sistema democrático, que es el de la libre concurrencia. Diríase que para esa gente hay cosas, ideas, propuestas, discursos, alternativas, proyectos políticos, que deberían prohibirse, o, cuando menos, presentarse en su escaparate natural, las elecciones libres. Recordar a quienes denigran que el respeto al adversario político, al otro, es la piedra sobre la que se edifica el juego democrático, sería, tal vez, perder el tiempo, pues eso un demócrata nunca lo olvida. Uno, que no ha sido comunista en su vida, y que probablemente no lo sea jamás, sabe, no obstante, que ese anticomunismo irracional de ecos tan añejos remite, paradójicamente, a la peor clase de comunismo, al más totalitario, necio y pueril. ¿Se ha obligado a la gente a votar a Podemos? Sí que impelen a ello, por el contrario, quienes crean y alimentan la desesperación de las personas, saqueadas y ultrajadas por el poder.
Se equivoca Iglesias, sin embargo, cuando dice que el alud de invectivas que recibe se debe a que «estamos haciendo las cosas bien». No tan deprisa, muchacho. De momento, sólo las estáis diciendo bien. Decirlas es predicar, pero otra cosa es dar trigo. Ya se irá viendo.

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