El Rey abdica, pero ¡por qué de manera tan precipitada!


Algo se muere en el alma cuando un monarca se va. No quiero parecer frívola, pero no puedo evitar sentir una profunda tristeza; no por él, ni por la Monarquía, sino por los españoles. El Rey se va, no de manera pausada y tranquila, como era de esperar, sino en una suerte de huida precipitada. Es cierto que las presiones existían desde hacía tiempo, sobre todo, desde los últimos escándalos, y los lobbies pro Felipe se afanaban en acelerar el proceso. Pero lo que menos se esperaba, tras ver la dinámica de don Juan Carlos –incluso sus palabras— desde su recuperación, es la repentina noticia de la abdicación. ¿Nos mintió cuando dijo que no pensaba abdicar?

¿Por qué abdica el Rey? Alegar cuestiones personales es poca razón para justificar una decisión tan trascendente. Si es por enfermedad, deberíamos saberlo. Se echa en falta en estos momentos una mayor transparencia por parte de la Casa del Rey y del propio Gobierno, que es quien está gestionando los tiempos. No cabe duda que el resultado de las elecciones europeas supuso un duro golpe para los partidos PP y PSOE, garantes de la estabilidad, hasta ahora, ¡y para la Monarquía! La irrupción en el mapa político de Podemos –aunque no se reconozca—, con sus cinco escaños inesperados, debió conmover los cimientos de la Zarzuela. Era una prueba patente del ascenso del republicanismo de la izquierda –también lo hay en la derecha, pero con otro talante—, combativo, sin nada que perder, y sin pactos previos, como sí había con los antiguos comunistas. No hay que ser demasiado experto para comprender que, en España, cuando un Rey abdica o se va, es por cuestiones muy graves.

Dejando a un lado los motivos personales del Monarca, ¿le interesa al Gobierno la abdicación en este momento? Pudiera ser que sí. La Corona le había encargado un estudio sobre la conveniencia de la abdicación y cuándo. En un sentido, no cabe duda que Rajoy podría sacar rédito de ello. Como mínimo es una densa cortina de humo, al colocar en el primer plano de la información, históricos y análisis sobre el rey saliente y el entrante. El tema da para mucho y se presta para monográficos interminables. Política, economía y corazón, siempre han formado un trinomio muy atractivo, y aquí lo hay. Los problemas de España, sustanciados en recortes, paro, corrupción y descontento generalizado, quedarán desviados y difuminados mientras se analizan hasta la saciedad las dos figuras reales: la importancia de don Juan Carlos en la Transición, al que debemos estarle eternamente agradecidos –es la muletilla—, y la excelente preparación de Felipe VI, que, por otra parte, nadie duda.

Por otro lado, el Gobierno podría estar intentando prestar un servicio a la Monarquía. La existencia de reuniones secretas –lo cuenta Inda en su libro— entre el Rey, Rajoy, el Fiscal General del Estado, Gallardón y el representante de la Casa Real, para pactar el trato de favor de la Infanta, es muy grave. Si la justicia es igual para todos, posiblemente doña Cristina tendría que sentarse en el banquillo, y eso tendría consecuencias nefastas –más aún—para la Institución. Según nuestras noticias, el juez Castro estaría a punto de pronunciarse, manteniendo la imputación de la Infanta. Puestas así las cosas, alejar al Rey sería proteger la Corona. Visto así, la trayectoria impoluta del Príncipe, acompañada de una buena campaña mediática, podría lavar la imagen de la institución o, cuando menos, minimizar el impacto.

En cualquier caso, la nueva situación puede poner el panorama político y social en circunstancias extremas. Como aperitivo, para ir haciendo boca, hoy ya se han convocado manifestaciones antimonárquicas en más de veinte capitales españolas, para pedir un referéndum.

“En tiempo de desolación, no hacer mudanza”, decía Ignacio de Loyola. Pero parece que ni el Rey, ni el Gobierno, ni la pléyade de asesores, tan bien pagados, lo han tenido en cuenta. Sea cual sea la causa de esta abdicación, cuasi forzosa, me atrevo a decir, yo creo que se hace en mal momento. Dejarle al Príncipe esta patata caliente que los malos políticos han ido cocinando, es una herencia envenenada. Los problemas a los que se enfrenta son muy superiores a si Leticia lleva la alianza o no, o sus escapadas a Nueva York con sus amigas a hacer shopping. El separatismo es una espada de Damocles que pende sobre la cabeza de don Felipe, que ya empieza a lucir las canas propias del medio siglo. Los vascos ya han hablado del nuevo periodo para Euskadi, y Artur Mas le ha recordado hoy que Cataluña es una nación.

A la espera de más acontecimientos, hoy no puedo evitar estar triste, a la vez que preocupada. ¡Y no soy monárquica!

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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