Me dan envidia los franceses. Quede claro que no se trata de quesos, vinos, «haute couture», restaurantes, cine o la bella París.
Y por supuesto, tampoco de deportes, porque les solemos sobar el morro en baloncesto, en fútbol les hemos pasado por la izquierda y en tenis, teniendo a Nadal en Roland Garros es posible que este año les obliguemos a bajar la cabeza una vez más.
Ya escribí una vez, que envidiaba de los galos la actitud que tienen hacia lo suyo, es especial su Patria.
Pues para mi desdicha, a esos celos que genera verles cantar al únísono La Marsellesa, sin distinctión de ideología, partido o condición, se une ahora descubrir que son mucho más decididos, eficaces y coherentes que nosotros.
¿Cuántos años llevamos en España clamando contra el despilfarro administrativo, la ineficacia del sistema, la duplicidad de organismos públicos y el despelote general?
Ni me acuerdo y mientras sigo esperando el advenimiento de un Gobierno con fuerza y decision sufientes para asumir la tarea, me entero de que ayer el presidente Hollande, que anda bajo mínimos en las encuestas y ha visto como su partido terminaba tercero en la europeas, propone una gran reforma territorial de Francia, que prevé la reducción del número de regiones de 22 a 14, para simplificar el aparato administrativo y recortar gastos.
Y aquí, los nuestros, tocando el violón. Envidia es poco.