Charo Zarzalejos – Despedida y bienvenida


MADRID, 05 (OTR/PRESS)

Si hubiera estado el martes en La Ventas hubiera aplaudido y mucho al Rey Juan Carlos. No se me ocultan sus errores, ni su petición de perdón, ni su temple a la hora de afrontar permanentes y dolorosas intervenciones quirúrgicas, ni los desgraciados avatares familiares que han hecho un daño imperdonable a la institución, ni me parece que se pueda dejar pasar por alto su decidido afán, demostrado en cuanto su salud se lo ha permitido, de recuperar el tiempo perdido. Si echo la mirada a atrás los méritos y aciertos del Rey creo que están fuera de toda duda. En un país como el nuestro, ha sido bajo su reinado cuando España ha tenido período más largo de paz y de prosperidad. Ha sido esa pequeña punta que une las hojas de los abanicos.
No pocos, venían defendiendo desde hacía tiempo que lo que tocaba era la abdicación como única manera de que la Monarquía recobrara la popularidad perdida. Argumentaban y con razón que mejor ahora con un bipartidismo tocado, pero más que suficiente que dentro de año y medio cuando, quizás, se produzca un fraccionamiento parlamentario. Estos, unos mas que otros, fueron sometidos a toda clase de críticas y suspicacias. Otros, entre los que me encontraba, sosteníamos que el Rey no debía abdicar. Y fuimos tachados de «cortesanos», renuentes al cambio, etc..
En una Monarquía parlamentaria los poderes del Rey están tasados y son realmente pocos. No veía necesidad ni especial prisa por la abdicación que se ha producido, salvo que se acepte que la Jefatura del Estado debe estar sometida a la presión de las encuestas. Pensaba que salvo serios problemas de salud, que afortunadamente no parece sea el caso, era más razonable que el Príncipe recibiera la Jefatura del Estado con la mochila del caso Nóos limpia, que no sentenciada porque los ritmos y tiempos de la Justicia ya no hay quien los mida, y con Cataluña enfilada a unas elecciones, aunque previamente hubiera que pasar el trago de la consulta que nunca se va a celebrar. Nada me hizo pensar que el Rey no fuera capaz de afrontar ambas cuestiones porque para ninguna de las dos hace falta ser un atleta ni la juventud, en si misma, garantiza nada.
Lo cierto es que el Rey ha dicho que se va utilizando como argumento único el empuje de los jóvenes que piden paso. Como si alguna decisión está en sus manos es precisamente la que ha adoptado, no queda más que respetarlo por mucho que algunos -seguramente equivocados- hubiéramos preferido su continuidad. Beatriz de Holanda ha abdicado, pero ahí está la Reina Isabel de Inglaterra, con carruaje espectacular trasladándonos a todos a tiempos pasados, muy pasados. Ahí está. Se bien que las circunstancias son distintas, solo recuerdo que ahí está.
El Rey ha abdicado, probablemente por muchos motivos. Nunca nadie toma una decisión de profundo calibre por una única causa. La conjunción de circunstancias -objetivas y subjetivas- y acontecimientos vividos y los que se vislumbran han llevado a Juan Carlos I a despedirse como Jefe del Estado para dar paso al Príncipe Felipe que se merece desde luego una confiada bienvenida. Tiene todo a su favor para ser un buen Rey pero el trabajo que tiene por delante no es pequeño. En una sociedad que al parecer denuesta de todo y de todos, Felipe VI y con él la Reina Letizia, van a ser escrutados con sumo rigor. Pero ambos se merecen, por lo menos, también sus cien días de gracia, de los que buena parte de ellos van a invertir en salir al encuentro de los españoles recorriendo el país entero.
Todo se está llevando con austeridad y rapidez, cosa que no ha ocurrido en otras abdicaciones, en donde a la hora de entronizar a los sucesores no se han escatimados rituales, recepciones e incluso fuegos artificiales. No digo que en España haya que hacer exactamente lo mismo pero todo apunta a que se está queriendo dar un perfil bajo a la entronización del rey Felipe VI y como en Zarzuela no se da puntada sin hilo, es seguro que hay argumentos para explicar que el país más viejo de Europa pase casi de puntillas por un hecho histórico como el que va a tener lugar el 18 o el 19 de este mismo mes de Junio.
Imposible finalizar estas líneas sin poner en valor la actitud de Alfredo Pérez Rubalcaba que desde el mes de abril ha compartido con el Presidente del Gobierno un auténtico secreto de Estado. Ahora, a la vista de los acontecimientos, aquellos que le criticaron por no haber abandonado su cargo la misma noche del día 25, es posible que entiendan mejor su negativa a hacerlo. En Zarzuela, Rubalcaba era toda una garantía. Demasiadas despedidas tras unas elecciones europeas en las que la sorpresa de Podemos tiene el reto de sobrevivir a su propio discurso.

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