Fermín Bocos – Bajo perfil


MADRID, 06 (OTR/PRESS)

En resumen: España, sigue siendo diferente. O nos pasamos, o no llegamos. Nos pasamos hace diez años montando una boda real con todo el Gotha europeo detrás, incluido el rey de Noruega con el famoso sable de la anécdota que cuenta Miguel Angel Revilla o no llegamos. En la proclamación de don Felipe de Borbón como Rey de España ni habrá ceremonia religiosa ni asistirán invitados extranjeros. Estamos hablando del Príncipe de Asturias, descendiente de los Reyes Católicos y así que ciña la Corona, heredero, entre otros títulos, del que le acredita como Rey de Jerusalén y protector del Santo Sepulcro.
Muchos españoles recordamos que hace 39 años, en los Jerónimos de Madrid, en ocasión de la proclamación de don Juan Carlos, por su contenido y rotunda expresión a favor de la democracia, la homilía pronunciada por el cardenal Tarancón, fue saludada dentro y fuera de España por cuantos luchaban por las libertades y contra el franquismo.»Tarancón, al paredón» rezaban las pintadas de mano franquista aparecidas en algunas paredes de la capital. En los días germinales de la Transición, la Iglesia española apoyó decidídamente el cambio redimiendo así sus anteriores connivencias con el régimen de Franco. Quienes ahora podrían criticar la celebración de una misa u otra ceremonia católica en el transcurso de los actos de la proclamación, deberían repasar la Historia de España. Aún al precio de desconcertar a los partidarios de la Monarquía, bajo perfil parece ser la tecla que toca para no irritar a quienes se declaran republicanos. Tan bajo que, cuando esto escribo, hay un periódico que dice que don Juan Carlos y doña Sofía ¡podrían no asistir a la proclamación¡ Cabe esperar que se trate de un error informativo, aunque visto que es el dios de la improvisación quien preside el proceso desencadenado por la abdicación del Rey Juan Carlos, uno ya no se atreve a manejar otra certeza que la del santoral del día.
Se diría que son muchas la prisas y que hay un exceso de cálculo. Exceso de cálculo por temor a las reacciones de quienes en términos de opinión pública y posición política están aprovechando la situación para orear la bandera republicana. Están en su derecho, pero no al precio de ceder el suyo quienes apoyan la Monarquía. Digo esto porque todo se está organizando de manera medrosa, como no queriendo hacer ruido. Tengo para mí qué es un síndrome fechado en la noche del 25M. Temor a que la nueva izquierda -los «frikis», según la estulta terminología de Arriola-, hayan llegado para quedarse.

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