Más que palabras – La foto y la paz


MADRID, 10 (OTR/PRESS)

Fue una foto preciosa, en un acto medido milimétricamente, donde no se había dejado nada a la improvisación, y que proporcionó una imagen inédita: el presidente palestino Mahmud Abbas, el israelí Simón Péres y el papa Francisco reunidos en los jardines del Vaticano. El jefe de la Iglesia Católica pidió a sus invitados «valor para decir sí al diálogo y no a la violencia», «para derribar los muros de la enemistad y tomar el camino de diálogo» y apeló a la memoria de los hijos caídos en el conflicto de Oriente Próximo para rogarles un nuevo esfuerzo. «Para conseguir la paz se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra», afirmó, cosa que es rigurosamente cierta..
Se ha dicho que los rezos por la paz de un rabino, un sacerdote y un imán pretendían ser una pausa a la política pero, lógicamente, en un acto así la política estuvo muy presente y sobrevolaba cualquier consideración que pudiera hacerse. De hecho la prueba de que, desgraciadamente, la oración no todo lo puede, es que el primer ministro Benjamin Netayahu, ha respondido con silencio a las invitaciones del Papa al diálogo y lo mismo los representantes de la OLP que insisten en que la solución pasa por dos estados y hasta entonces no habrá Paz.
Se pueden plantar olivos pero el camino de La Paz esta llenó de trampas de todo tipo y son muy pocos los que vislumbran, en el horizonte próximo, la solución a un conflicto enquistado, que es político y no religioso.
En los 66 años que llevan peleándose israelitas y palestinos, es verdad que nunca se había explorado el camino de la religión y es muy loable el intento de este Papa «revolucionario» de abrir ahí una vía inédita hasta la fecha. Nada, absolutamente nada se dejó a la improvisación hasta el punto de que las plegarias que se rezaron en el Vaticano tuvieron lugar por el orden histórico de las religiones: primero la judía, después la cristiana y finalmente la musulmana e incluso como los dos presidentes representaban a los respectivos países la plegaria corrió a cargo de representantes de las tres religiones: rabinos, cardenales y muftíes.
El Vaticano desplegó toda su maestría y habilidad diplomática para un encuentro insólito y, también, sin precedentes en la milenaria historia de las tres religiones monoteístas. Fueron gestos emocionantes y a nadie se le escapa que un encuentro de esas características ha levantado ampollas entre los sectores más radicales, de uno u otro lado, pero lo importante es que esos gestos tengan una continuidad en lo político y eso es algo muy difícil de conseguir. Han sido tantos los intentos infructuosos que cualquier nueva negociación se ve con pesimismo pero el tema de Oriente Medio es crucial y nadie debería resistirse a subirse a ese tren aunque parezca que es el último y de destino incierto.
El Papa Francisco dejó claro durante los tres días que duró su visita a Tierra Santa -donde se gestó precisamente este encuentro en el Vaticano-, que no estaba dispuesto a inclinar la balanza hacia ninguno de los dos lados y eso le ha convertido en un interlocutor de fiar. Su imagen con la cabeza apoyada sobre el muro de separación de Belén, -el lugar donde los palestinos reivindican con pintadas sus ansias de libertad- o sus palabras contra el terrorismo en el monumento erigido en memoria de los caídos por la barbarie -donde se desplazó a sugerencia de Netanyahu- fueron gestos suficientemente elocuentes para evitar recelos por ambas partes. Ahora después del encuentro en el Vaticano veremos si esto sirve, al menos, para remover conciencias, frente a tanta intransigencia inútil.

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