Más que palabras – Justicia para los intocables


MADRID, 13 (OTR/PRESS)

Cuenta Anna Ferrer, la presidenta de la fundación Vicente Ferrer, que la violencia en la India tiene un nombre: Mujer y un apellido predominante: Dalit. Ellas son las víctimas del terrorismo sexual que tiene al país atemorizado y horrorizada a la comunidad internacional. De hecho los últimos casos de esta cruel violencia -el de esas dos adolescentes de 14 y 15 años de edad colgadas de un árbol después de haber sido cruelmente violadas, el de otra joven que fue obligada a beber ácido y posteriormente estrangulada, así como el de una mujer discapacitada psíquica violada y quemada- han encendido todas las alarmas, de algo que lleva ocurriendo desde hace muchísimo tiempo, pero que apenas había tenido visibilidad y menos trascendencia internacional.
Reconozco que la primera vez que me enteré de este tipo de prácticas en un país como la India, -al que viajado varias veces y creía conocer, cosa que ahora compruebo que no es cierta- fue hace un par de años cuando una turista Suiza fue violada en grupo, en presencia de su marido. Aquel suceso que nos conmovió a todos -y cuyos autores cumplen cadena perpetua- se produjo cuando la pareja viajaba en bicicleta cerca de la ciudad de Orcha, muy conocida conocida por sus templos y fue atacada por ocho hombres, mientras pretendían instalar una tienda de campaña cerca del pueblo. Según el marido los golpearon con porras de madera, después a ella la violaron y además les robaron todas sus pertenecéis. Poco antes había saltado los titulares de la prensa internacional, el caso de la joven violada en un autobús en marcha por un grupo de hombres, que le provocaron tales daños que murió al poco tiempo y después han sido otros muchos casos. Este mismo año, además de los antes citados, le ocurrió lo mismo a una turista Danesa, de 51 años violada en grupo en Nueva Delhi a la que retuvieron cuando preguntaba la dirección de su hotel y a una cooperante alemana que fue violada en un tren cuando se dirigía al sur del país, en una misión humanitaria.
El drama es que casi siempre los casos que se denuncian son los ataques producidos a extranjeras, mientras esa es una práctica aberrante casi común y tolerada en ese país y sobre todo se produce contra las mujeres Dalit que se enfrentan a una doble discriminación por género y por casta. En el sistema de castas de la India los intocables, el 17 por ciento de la población están condenados a la pobreza y la discriminación desde su nacimiento. Uno de cada seis habitantes de la India es Dalit, y la mayoría de estos intocables, viven en la pobreza extrema, con menos de un dólar al día y sufre no sólo la desigualdad económica sino una medieval discriminación social. Más de la mitad de la población infantil de esta casta presenta signos de desnutrición. El 21% tiene deficiencia de peso severa y el 12% muere antes de cumplir los cinco años.
Pero además de la pobreza y la miseria, la peor parte de todas se la llevan las niñas y las mujeres que son discriminadas por casta, por clase y por género. Hay una media de 1000 violaciones de mujeres de esta casta al año y muchas niñas son explotadas sexualmente, cuando no carne de prostitución, esclavitud, abusos y aberraciones de todo tipo.
El tema es tan grave, tan denigrante y tan bochornoso para la condición y los Derechos Humanos que no nos podemos limitar a denunciarlo cada vez que salta un caso de este tipo. Son muchas las ONG que estos días están haciendo un campaña de recogidas de firmas para despertar las conciencias, pero además los gobiernos deben de hacer algo y levantar su voz. La India también está obligada por el Derecho Internacional a tomar medidas eficaces para prevenir y sancionar este tipo de violencia y ,desde luego, está demostrado que ni se persigue a los depredadores sexuales, ni mucho menos se hace justicia con esta forma de terrorismo. La mayoría de estos crímenes no son ni siquiera investigados y sus autores quedan totalmente impunes. Es hora de que la comunidad internacional, tan adormecida e indiferente ante estos asuntos, diga ¡Basta ya! Todas nosotras, todas, -nos haya tocado nacer donde nos haya tocado- somos mujeres Dalit, debemos de hacérselo saber a los poderosos y pedimos JUSTICIA.

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