Por muchos años que viva el actual presidente de la Diputación [Provincial de Orense], José Manuel Baltar Blanco, nunca serán suficientes para agradecerle a su padre el regalo de una carrera política a la medida.
Esta mañana sentí una profunda pena al ver a José Luis Baltar sentado en el banquillo, acusado de prevaricación. Con traje azul, ojeras y bolsas en los ojos, no había ni rastro de la sonrisa que siempre reparte, incluso al enemigo, mientras las bombas de racimo de los flashes impactaban en su cara. ¡Qué solo y abandonado se le veía!
Desconozco si él conocía o no la ley que afecta a las contrataciones públicas; no quiero hacer juicios de valor. Pero es un hecho incuestionable que hubo que recabar apoyos de debajo de las piedras y acudir a sortilegios para conseguir que José Manuel Baltar consiguiese los avales necesarios y se alzase con el triunfo de presidente provincial del PP, por encima de Jiménez Morán, el candidato de Núñez Feijóo que soñaba con el fin del baltarismo. Viví aquellos días la movida muy de cerca, ¡y la sufrí!
Si Baltar hijo no hubiera conseguido la dirección del PP de Ourense, hoy no sería presidente de la Diputación, ni siquiera diputado. Habría tenido que volver a su puesto de funcionario, que no es ningún desdoro. ¿Les ha merecido la pena a quienes presionaron a Baltar padre –me reservo quiénes, aunque me consta—, verlo hoy hundido en el banquillo? No sé si va a salir absuelto o condenado, pero el sambenito ya no hay quien se lo quite. ¿Ha merecido la pena esta inmolación?
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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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