Sensación agridulce


MADRID, 30 (OTR/PRESS)

Ayer, junto a un amigo que sabe de estos asuntos -soy de letras- entregué la declaración de mi renta, y me quedó una sensación agridulce. Dulce porque sé que voy a contribuir a pagar a los maestros, los policías, los guardias civiles, los comedores escolares de Cáritas, las residencias de ancianos de mi comunidad o de otras, las carreteras por las que circulo y el déficit de los trenes en los que viajo, y muchas más cosas.

Agria, porque me consta que mi dinero servirá para enjugar la estafa de los 2.500 millones de euros del carbón, los langostinos de la UGT de Andalucía, la juerga de empresarios y sindicalistas con el dinero de los cursos de formación a los parados, los viajes y abogados de Bárcenas, los agujeros del caso Gürtel, las golfadas de Cotino -que todavía no ha dimitido- y las sicavs de mis representantes en el Parlamento Europeo que, con ocho años de cotización, que ni siquiera pagan ellos, tendrán derecho a una pensión de más de 5.000 euros mensuales, que espero que les alcance para llegar a fin de mes.

Estoy contento, porque he cumplido la campaña de publicidad de Hacienda -que también pagamos a escote entre todos- y los funcionarios cobrarán su sueldo, incluso los que sobran y fueron metidos en nómina gracias al calzador de un padrino político -del PSOE, del PP o de IU- y, a la vez, me siento un inmenso gilipollas, porque cada vez que escribo una novela, más de media página va a parar para paliar los destrozos económicos de los urdangarines, concejales de urbanismo, jueces prevaricadores, alcaldes corruptos, presidentes de diputaciones provinciales, gobernantes autonómicos que me insultan, diciendo que yo y mi familia estamos robando los derechos de los niños catalanes, y una inmensa pandilla de golfos que viven a costa de los que cumplimos las leyes que ellos se saltan, desgraciadamente, con bastante impunidad.

Y no estoy satisfecho, porque encima Montoro, me anuncia que, por ser bueno y cumplir con mi deber, cuando me peguen la patada del despido tendré que pagar por ello. Y dan ganas de mandar a tomar por el orto a tanto listo.

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