Fermín Bocos – Malditas guerras


MADRID, 01 (OTR/PRESS)

En Iraq, los perros de la guerra siguen desatados. La muerte sigue presidiendo los días de aquél desgraciado país, cuya tragedia actual tiene mucho que ver con el caos que dejó tras de sí la intervención militar norteamericana (2003). Si aquella guerra basada en una mentira -las armas de destrucción masiva que Sadam Hussein no tenía- causó más de cien mil víctimas (más de la mitad, civiles), la actual disputa por el poder entre comunidades religiosas y tribales se ha cobrado ya varios miles más. Aparte del desorden fronterizo que apareja la guerra civil siria, la penetración desde las regiones fronterizas de las milicias yihadistas del ISIS (Estado Islámico de Siria e Iraq) que pretenden reconstruir lo que denominan «califato histórico» ha sido posible por la debilidad del improvisado Ejército iraquí. Entre otros muchos errores (políticos y estratégicos) de los que nunca han respondido ni el presidente norteamericano Georges Bush, ni su socio británico Tony Blair, el más incomprensible fue la disolución de las Fuerzas Armadas Iraquíes. Cuando el todopoderoso «cónsul» Paul Bremer (el encorbatado que comparecía en las ruedas de prensa con botas de combate), lo anunció fueron muchos los que se llevaron las manos a la cabeza. Con razón. Pensando que aquellos 300.000 hombres habituados al manejo de las armas que de la noche a la mañana se veían en el paro serían un semillero de futuros combatientes irregulares: guerrilleros o terroristas. O ambas cosas.
Como hemos visto a lo largo de los últimos años. Ahora con un personaje tan desacreditado como Nuri al Maliki en la Presidencia de Iraq, puede pasar de todo. Lo más inmediato es que el Gobierno de Bagdad se declare incapaz de hacer frente a la invasión yihadista agravada por la falta de eficacia del Ejército regular y por las disputas internas entre las facciones chiitas y sunitas que siguen ensangrentando el país. Nadie tiene poder para cambiar las cosas del pasado y lo hecho -malo o bueno, inteligente o torpe-, hecho está, pero sí por un momento volviéramos la vista atrás deberíamos recordar que la región, tras la primera Guerra del Golfo, estaba estabilizada y que Siria e Iraq eran los dos únicos Estados laicos de la zona.
Alguien puede aducir que eran dos dictaduras. Cierto. Pero no menos que Irán o las monarquías teocráticas cuyo campeón es Arabia Saudí. Nada justifica a quienes ahora mismo se están matando en Iraq o en Siria. Nadie les obliga a morir y matar en nombre de supuestos ideales religiosos o calculadas ambiciones políticas. Pero, dicho esto, habría que convenir que antes de la invasión norteamericana de Iraq toda la región que hoy está en guerra o en vilo: desde Siria a Iraq pasando por Irán o Israel era más segura de lo que lo es ahora. En el futuro los historiadores señalarán este dato al igual que estos días recuerdan que fue la ambición y la «hybris» de la casta política alemana la que provocó la tragedia de la Primera Gran Guerra. No aprendemos. Malditas guerras.

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