MADRID, 02 (OTR/PRESS)
Al conocer los detalles de la detención e interrogatorio de Nicolás Sarkozy, expresidente de Francia, bajo acusación de fraude y corrupción resulta inevitable evocar el principio en el que se fundamentan los Estados modernos democráticos: la Ley es igual para todos. Hoy, salvo excepciones como la de nuestra Constitución que establece la inviolabilidad de la persona del Rey. O las que rigen, también en Italia y Francia para el jefe del Estado -en éste caso sólo durante el tiempo del mandato- están fuera de uso las excepcionalidades que consagran la primacía de un individuo sobre el resto de los ciudadanos.
Cosa diferente es el aforamiento. Que no apareja impunidad, solo un tribunal predeterminado. En nuestro caso, el Supremo o los tribunales superiores de las diferentes comunidades autónomas. Que la ley sea igual para todos es, en principio, una garantía de equidad a la hora de administrar justicia. El caso de Nicolás Sarkozy, un animal político que preparaba su vuelta al centro del escenario, acredita que nuestros vecinos del Norte no han perdido la pulsión esencial del Estado que alumbró la Revolución que acabó con los privilegios del Antiguo Régimen. Salvando las distancias -que son notables- aquí estamos viviendo un caso y una situación que tal parece como si estuviera siendo empujada en dirección contraria a ése espíritu de igualdad ante la ley. Me refiero al caso «Nóos» y, más concretamente, a la imputación de la ciudadana Cristina de Borbón, hermana del Rey Felipe VI. Visto y leído el auto del juez instructor del caso resulta de difícil comprensión el recurso presentado por el fiscal dada su naturaleza exageradamente exculpatoria. Fuera de foco y lógica en opinión de la mayoría de los portavoces de las asociaciones de profesionales de la Magistratura. Y fuera de un tiempo en el que la ciudadanía, con razón, no tolera el menor atisbo de privilegio.
Los medios cortesanos empeñados en intoxicar al personal intentando desacreditar al juez Castro, deberían tomar nota de cómo trata la Justicia en Francia a quienes se pasan de listos y actúan pensando que están por encima de la Ley. En democracia, del Rey abajo, todos somos iguales. Convendría no olvidarlo. Queda anotado siguiendo la recomendación del admirado George Orwell quien defendía que la primera tarea del periodismo era restablecer lo obvio.