Al margen – La caja de Sánchez


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

La Caja de Pedro Sánchez, el nuevo secretario general del PSOE, era la misma que la de cientos de miles de ahorradores, pero con una diferencia: en tanto aquél era miembro del máximo órgano de Caja Madrid, la Asamblea General, y recibió de ella un crédito y unas dietas por asistencia, los segundos depositaban en ella, como hormigas, el pequeño fruto de su previsión, de sus privaciones y de su esfuerzo, confiados en que lo hacían en lugar seguro. De esa diferencia surgió, empero, otra mayor, abismal: mientras Pedro Sánchez y sus colegas de la Asamblea General de Caja Madrid (PP, IU, UGT, CC.OO., empresarios…) aprobaban por unanimidad y en tres ocasiones sendas emisiones de Participaciones Preferentes, los clientes empezaban, sobre todo con la masiva del 2009, a perder cuanto habían conseguido reunir en su vida, pues como todo el mundo sabe y los jueces también, esos complejos instrumentos financieros, no aptos para particulares, se comercializaron entre ellos, sólo entre ellos, como productos de ahorro. También la Asamblea General aprobó por aquél tiempo, al parecer, la ruinosa compra del banco de Florida con los ahorros así sustraídos a la gente.
Es cierto que Pedro Sánchez fue sólo uno de los muchos políticos que integraron el máximo órgano de Caja Madrid, la mayoría en representación de sus partidos. El, del grupo socialista del Ayuntamiento de Madrid. Y también lo es que, salvo las dietas, no percibió más dinero por ello, y, desde luego, no los seis millones y pico de euros en concepto de indemnización que trincó, luego de contribuir a la quiebra de la tricentenaria Caja, el segundo de Blesa, Amat, citado hoy a declarar como imputado en la Audiencia Nacional por al «caso Bankia». Todo eso es verdad, pero también lo es que Sánchez era doctor en Economía, y que, en consecuencia, podía haberse tomado la molestia de averiguar qué era lo que aprobaba y a quienes se les iba a endosar. Y es verdad que, siendo el texto sometido a la dicha aprobación genérico, podría no sospechar que era el instrumento en ciernes de una estafa masiva, pero después, a la vista del escándalo orígen de la ruina de los españoles, no sólo de los más directamente afectados, también es verdad que podía haber dicho algo, denunciado algo, confesado algo, en vez de callar.
Nunca es tarde si la dicha es buena, y aunque para muchas víctimas del despojo llegaría tarde la reparación, ahí tiene Sánchez, para cuando mande o antes, una ocasión de oro para demostrar a la gente que conoce el significado de la palabra «responsabilidad».

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