Más que palabras – El Molt honorable y el deshonor


MADRID, 29 (OTR/PRESS)

Ha dejado de ser Molt honorable si es que lo ha sido alguna vez visto lo visto, y se va con deshonor. Claro que Jordi Pujol ha renunciado a los privilegios y prerrogativas que tenía como expresident de la Generalitat que incluía una pensión vitalicia ¡Faltaría más! y también ha renunciado a la presidencia honorífica de CDC, pero no es suficiente. Su confesión de que durante 34 años había mantenido cuentas en paraísos fiscales -según dice, aunque nadie se lo crea, con los ingresos obtenidos por una jugosa herencia de su padre- es insuficiente y debe tener obligadamente otras consecuencias.
No es como dijo Artur Más un asunto privado, en absoluto porque hay que saber si es o no cierto que parte de ese dinero de los Pujol proviene de lo que su primogénito se dedicó a recaudar a modo de «mordida» durante los 23 años en que su padre estuvo al frente de la Generalitat. Hay que saber si, como se ha publicado, ese dinero o al menos en parte provenía o no de comisiones que se cobraron a cambio de concesiones públicas y si este asunto, además de un enriquecimiento familiar, sirvió también para financiar al partido.
Pujol, el veterano político al que todos creímos un hombre de Estado, un componedor de alianzas y acuerdos políticos que evitó durante mas de treinta años el choque de trenes que ahora su sucesor quiere provocar, ha resultado ser un mentiroso compulsivo. Ha mentido reiteradamente y no sólo porque haya evadido impuestos sino porque lo ha hecho envolviéndose en la bandera catalana y usando la senyera -ahora directamente la estelada- como escudo humano para convertirse en intocable.
Dice Arcadi Espada que puede devolver el dinero pero no puede devolver los años ilegítimos en que llamó a los catalanes a sacrificarse por la construcción nacional y no le falta razón al colega.
Estos días he recordado una de las últimas veces que estuve con él siendo aún president de la Generalitat. Nos invitó a comer a Victoria Prego y a mí en la sede de presidencia y como siempre hacía cuando conversaba distendidamente con periodistas, mostró interés en como se veía desde España algunas de las cosas que más le preocupaban en ese momento: la pela y el uso del catalán. Fue amable y educado cosa también habitual, y sus explicaciones tenían mucho de pedagogía sobre las bondades del nacionalismo pero el que hablaba era él y nosotras escuchábamos y metíamos baza, muy de vez en cuando, aprovechando que unos de sus muchos «tics» dejaban un instante de silencio en sus monólogos. Respetábamos mucho sus opiniones de fino analista europeo y creíamos que la grandeza del personaje podía mitigar nuestra disconformidad con sus ideas.
Ahora con la perspectiva del tiempo y sabiendo lo que estamos sabiendo siento una especie de decepción personal, repugnancia intelectual y desgarro interior. No es que se me haya caído un mito -que hace mucho que para mí ya no lo era- es que al final ves que no hay referentes políticos en los que sostenerse y, aunque sigo pensando que todos no son iguales, percibes que se derrumba todo un sistema. Y también recuerdas ¡con tristeza! y un punto de sonrojo como los jóvenes que luchamos contra la Dictadura ni en las peores pesadillas pudimos intuir que la democracia que soñamos degeneraría en tal grado de corrupción y degradación.
Artur Más dijo ayer en su comparecencia solemne en el Palau de la Generalitat sentir un gran dolor, pena y compasión por el que considera su «padre político» pero le faltó añadir que se investigará, de puertas adentro, de donde ha salido esa gran fortuna que ha ocultado durante años y años al fisco. Si es verdad como dijo que «el país -refiriéndose claro está a Cataluña- está por delante de cualquier persona por importante que esta haya sido» lo más importante es que se le devuelva el dinero esquilmado a las arcas públicas, para dar satisfacción a los catalanes honrados que hacen que esa tierra sea próspera y grande. El final del pujolismo y la refundación de CDC no pueden protagonizarla los mismos que han amparado y consentido tanta mentira. ¡Basta ya de corruptos!

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