MADRID, 8 (OTR/PRESS)
Somos un país de excesos y de polémicas. No hay una sola cuestión en la que si se juntan dos personas no haya dos, incluso tres, opiniones diferentes porque a lo largo de la conversación una de ellas optara por defender una tercera vía. Por eso no es de extrañar la polémica que se ha organizado por la repatriación desde Liberia del religioso español Miguel Pajares- enfermo de ebola -que, de entrada, suscitó una alarma injustificada entre la sociedad española.
Que el sacerdote y la religiosa estén ya siendo atendidos en un hospital en España es un acto de humanidad y de justicia que sólo desde el sectarismo anticlerical y la miopía fanática puede ser criticado. Posiblemente las crítica, que han inundado las redes sociales, se hubieran tornado el alabanzas y exigencias de una repatriación urgente de haber sido un miembro de una ONG o de cualquier otro tipo de institución política pero claro, se trata de dos miembros de una orden religiosa y eso es suficiente para que algunos despellejen al gobierno que lo ha posibilitado.
Liberia después de dos sangrientas guerras civiles prácticamente seguidas es un estado fallido, una tierra abandonada por todos, una locura si ley, donde un puñado de valientes, de héroes anónimos, está intentando ayudar a una población machacada por el Ebola y la indiferencia de los países ricos. Los dos religiosos españoles el padre Miguel y la hermana Juliana llevaba allí dos años trabajando codo a codo con escasísimos medios y debido a eso el primero contrajo la enfermedad tras haber atendido hasta su muerte al director del hospital en el que trabajaba. Lleva toda una vida dedicándose a atender a los desheredados y aunque sólo fuera por eso por eso toda esta polémica me parece tan miserable.
Sólo el hecho de que se pueda plantear que la orden de San Juan De Dios, a la que pertenecen, debería hacerse cargo de la factura de la repatriación me parece un exceso propio de una sociedad fría y deshumanizada, donde a la gente buena, generosa y entregada se la maltrata. ¿Qué pasaría si fuera un político el que por asistir a una misión humanitaria se viera gravemente enfermo? ¿también se pediría a su partido que se hiciera cargo de la factura?. Los misioneros no son unos trotamundos con dos dedos de frente que buscan aventuras en tierras lejanas, son gentes solidarias que ayudan y arriman el hombro donde los estados y los políticos no llegan o no quieren llegar. Que algunos se hayan planteado la posibilidad de cobrar el billete de vuelta en el avión convertido en burbuja es sonrojante se miré por donde ser miré, una extravagancia de lo políticamente correcto. A mí me da igual su condición de religiosos, son compatriotas que han dedicado su vida a ayudar a los demás y sean católicos, judíos o musulmanes su labor esta ahí en lugares que algunos, ideólogos de salón y de boquilla no saben ni situarlos en el mapa.
El virus del Ebola se detectó por primera vez en 1976 y estoy convencida que si en vez de ser una enfermedad mortal que se desarrolla en Africa este mortífero virus hubiera aparecido en Occidente hace años que habría una vacuna eficaz para luchar contra el mismo. Hay tantas formas de analizar este tema y tantos silencios cómplices con el abandono y miseria en las que se encuentran muchos países africanos que situar la polémica en la repatriación de estos dos misioneros es vergonzoso y paradójico. En este país de excesos verbales nos enzarzamos en polémicas huecas en vez de señalar con el dedo acusador a realidades terribles y ciertas.