Fernando Jáuregui – …pues en Alemania sí hay coalición, y no les va mal.


MADRID, 24 (OTR/PRESS)

Reconozco que una de mis obsesiones, junto a la necesidad de una urgente y amplia reforma constitucional, es que haya un amplio pacto -a mí me gustaría hasta un Gobierno de coalición- entre las dos fuerzas mayoritarias, entre otras cosas para reformar la carta magna. Un pacto al menos de regeneración democrática que contemple algunas de las ideas avanzadas estos días por fuentes socialistas, y que Pedro Sánchez nos explicará dentro de pocas semanas. Y que tenga en cuenta las cosas que se han ido desgranando por ahí procedentes del Partido Popular, que prometió un código de regeneración y hasta ahora nos dado apenas un proyecto de reforma de la normativa electoral municipal que ha suscitado las protestas de todos los demás partidos. De momento, reconozco que el líder socialista ha tenido reflejos: se ha plantado un día antes en el Santiago de Compostela de la «cumbre» entre Merkel y Rajoy, y les ha hecho llegar un recado en forma de decálogo: ténganme en cuenta, que yo también aporto iniciativas, ha venido a decirles, acudiendo, y ha hecho muy bien, allí donde no le llaman.
Mi país ideal sería aquel en el que en las «cumbres» bilaterales entre mandatarios hubiese, al menos, una oreja y una voz del líder de la oposición. Y lo mismo sea dicho de los consejos europeos en los que, como el del próximo día 30, se van a tomar decisiones importantes en cuanto a medidas económicas y, sobre todo, en cuanto a nombramientos, como los de Arias Cañete o Luis de Guindos. Ya sé que parece utópico, pero sería perfectamente posible. Y lo menos que puede decirse es que un amplio consenso en política exterior es altamente recomendable para la buena marcha de un país. Claro que, primero, Pedro Sánchez tendría que haber consultado sobre el sentido del voto a Juncker y asegurar al Gobierno que el PSOE va a apoyar los nombramientos de Miguel Arias y Guindos, en su caso.
Hacer oposición, a mi entender, es tener imaginación para plantear cosas nuevas -el decálogo de Santiago, donde hay buenas ideas y algún brindis al sol, o esas medidas regeneracionistas de inminente anuncio-, criticar lo que haya que criticar razonablemente -no disparar a matar por principio- y apoyar lo que haya que apoyar también de manera razonable. De nada sirve el «dime lo que sea, que me opongo», el «y tú más» o el «yo ya lo había dicho primero». Ya he dicho alguna vez que el error más grave que pienso que ha cometido el por otro lado muy esperanzador Pedro Sánchez ha sido la forma tajante en la que se ha pronunciado siempre contra cualquier coalición con «la derecha». En Alemania han tenido y tienen una fórmula de gran coalición y, con todas las salvedades que ustedes quieran, la verdad es que les va bien, y no creo que Merkel, con todo lo que manda, vaya a apartarse un milímetro de lo que haya hablado con sus socios socialdemócratas a la hora de tratar con Mariano Rajoy o, ya que estamos, a la hora de pronunciarse en el Consejo Europeo de finales de esta semana. Lo que ocurre es que me da la impresión de que esos socialdemócratas germanos no son precisamente el modelo para nuestro Sánchez.
Claro que los pactos se hacen a dos, y tampoco acabo de ver la vis pactista de Rajoy. Así como del «lado Sánchez» se nos van transmitiendo cosas, se ignora en qué han consistido las meditaciones del presidente del Gobierno en sus sin duda merecidas jornadas vacacionales. Pero sí he podido saber que él también llega con ganas de, al menos, anunciarnos cosas nuevas, que luego las concreciones caminan con pies de plomo. Puede que ya este mismo lunes, aprovechando su presencia conjunta con la canciller alemana, nos dé algún hálito de esperanza, quién sabe.

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