Terror islámico: Cuchilla, Smartphone e Internet

La decapitación no es casual. Cortar la cabeza a un ser humano, como se degüella a un cordero, es algo sangriento, que evoca el sufrimiento de los animales en el matadero.

Como método de ejecución, es un repulsivo teatro que se ha escenificado en los cadalsos del mundo durante siglos y que gente como nosotros, acunada en los placeres, seguridades y garantías de las sociedades democráticas había olvidado.

De forma deliberada, los terroristas del Ejército Islámico han convertido el cuchillo del carnicero en un instrumento político.

Y a eso han sumado el Smartphone, con el que graban en vídeo el grotesco espectáculo antes de su subirlo a Internet.

Nunca, desde que los nazis de la Wehrmacht se dedicaron a tomar con sus cámaras Leika instantáneas turísticas de sus masacres de judíos cuando avanzaban en la Unión Soviética, habíamos visto a unos facinerosos documentar sus propios crímenes a tal escala y de forma tan sañuda.

Los fanáticos, educados en Occidente y protegidos por nuestra Seguridad Social mientras se intoxicaban en la mezquita, que hace dos semanas decapitaron al periodista James Foley, difundieron este 2 de septiembre de 2014 un nuevo vídeo en el que aparecen degollando al también norteamericano Steven Joel Sotloff y amenazan con ejecutar al británico David Cawthorne.

El vídeo, hecho público por SITE, una web norteamericana que vigila grupos radicales islamistas, tiene una duración de dos minutos y 46 segundos en los que Sotloff se describe a sí mismo como «el precio a pagar» por la intervención de EE UU en Irak.

«Soy Steven Joel Sotloff. Estoy seguro de que a estas alturas saben exactamente quién soy y por qué estoy apareciendo ante ustedes. Y ahora ha llegado el momento de mi mensaje: Obama, tu política exterior de intervención en Irak debía haber sido para la preservación de la vida y los intereses de los norteamericanos, entonces me pregunto por qué estoy pagando el precio de tu intervención con mi vida».

«¿No soy yo un ciudadano norteamericano? Has gastado miles de millones de dólares de los contribuyentes y hemos perdido miles de soldados de nuestro ejército en luchas anteriores contra el Estado Islámico, así que en interés de quién se ha reiniciado esta guerra?».

Y en medio, el terrorista encapuchado, en perfecto inglés, dice:

«Tú, Obama, lo único que tienes que ganar con tus acciones es la muerte de otro ciudadano americano. Así que mientras tus misiles continúen matando a nuestra gente, nuestro cuchillo seguirá cortando los cuellos de la tuya».

Todo apunta a que el verdugo de Sotloff es el mismo que decapitó a mediados de agosto, justo hace dos semanas, al reportero estadounidense James Foley.

La vestimenta, las maneras y su declaración a la cámara así lo presuponen. Se trata de Abdel Majed Abdel Bary, de 23 años, quien vivió hasta el año pasado en su domicilio familiar del distrito londinense de Maida Vale, en Londres y recientemente colgó en Twitter una imagen suya con una cabeza humana.

Se dedicaba, además de a beneficiarse de la Seguridad Social, a labores como artista del hip-hop. Con escaso talento, por cierto.

En su faceta artística se presentaba como «L Jinny» y logró que en alguna ocasión pusieran su música en BBC Radio 1.

«He vuelto, Obama, y he vuelto como consecuencia de tu arrogante política exterior hacia el Estado islámico, debido a tu insistencia en continuar bombardeando y [ininteligible] la presa de Mosul, a pesar de nuestras serias advertencias en contra».

El verdugo aprovecha los momentos finales de la cinta antes de proceder a sesgar la vida de Sotloff para advertir a aquellos «gobiernos que formen parte de la diabólica alianza americana contra el Estado islámico que den marcha atrás y dejen a nuestro pueblo en paz».

Imagino que la noticia irá hoy, en todos los periódicos, cargada de expresiones como «espanto nunca visto», «más allá de lo imaginable» o «apocalíptico» y que los analistas harán hincapié en que debemos prepararnos para lo peor.

El peligro que representan para países civilizados como los nuestros, los cientos de yihadistas con pasaportes europeos o estadounidenses que andan asesinando por Oriente Medio y que querrán volver aquí, a completar el ciclo, es enorme, pero no debemos exagerarlo.

Se puede aminorar bastante. Basta que Obama y los que debieran ser sus aliados, se decidan de una vez por todas a mandar con Alá a los energúmenos que cortar cabezas en su nombre.

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Autor

Alfonso Rojo

Alfonso Rojo, director de Periodista Digital, abogado y periodista, trabajó como corresponsal de guerra durante más de tres décadas.

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