Fernando Jáuregui – El Rey hace «marca España», pese al conflicto catalán.


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

Felipe VI se estrena esta semana ante un foro esta vez especialmente difícil, la Asamblea General de las Naciones Unidas. La aspiración española por ocupar, a mediados de octubre, un sillón no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU es el primer objetivo aparente de la «ofensiva diplomática» que esta semana acomete España en Nueva York, una ofensiva cuyo epicentro va a estar, lógicamente, en el discurso que el miércoles pronunciará el Rey ante las delegaciones de todo el planeta. Pero, en segundo plano, se encuentra el objetivo, no oficialmente confesado, de potenciar esa «marca España» que hoy, por diversas circunstancias, comenzando por el conflicto catalán, se encuentra algo alicaída, por decir lo menos.
El Gobierno de Mariano Rajoy, de la mano del ministro José Manuel García-Margallo, se ha lanzado, no sin una buena dosis de valor, a competir con Nueva Zelanda y Turquía por la plaza en un Consejo de Seguridad cada día, por cierto, más inoperante, como inoperante se muestra, admitámoslo, el conjunto de esa ONU dirigida por el virtualmente desaparecido Ban ki Moon. Pero también parecen el Rey, el presidente del Gobierno -que esta semana estará en viaje oficial a China- y, desde luego, el conjunto de la diplomacia española, decididos a recuperar algo del prestigio de la «marca España», a la que quedan aún muy difíciles pruebas que superar, entre ellas ese escollo de la consulta «soberanista» que Artur Mas pretende celebrar en Cataluña el próximo 9 de noviembre.
Qué duda cabe de que esta semana, en la que el jefe del estado y el jefe del Gobierno estarán ausentes del país, resulta jurídicamente importante a los efectos del desarrollo del «conflicto catalán», porque, previsiblemente, Artur Mas convocará oficialmente «su» referéndum y el Estado tendrá que oponerse no menos oficialmente mediante la presentación del oportuno recurso de inconstitucionalidad.
Ambas cosas están ya preparadas por los respectivos gabinetes: solo falta que salgan a la luz, lo que será el pistoletazo de salida hacia un conflicto, el del 9-n y cuanto ello significa, para el que aún no se ve una salida. Pero, desde luego, y aunque ahora toque hablar de política exterior, de antemano digo que no va a bastar un recurso al Constitucional para detener ni las tentaciones de Esquerra Republicana de violar la legalidad ni los afanes independentistas de una parte -quiero creer que aún minoritaria- de la ciudadanía catalana. Hoy hablamos de una «ofensiva de la marca España»; pero la semana próxima confiamos en poder hablar de una «ofensiva de La Moncloa» para, a través del diálogo y la negociación, en la que ambas partes han de ceder algo, solucionar la que se nos echa encima.
Qué duda cabe de que de este conflicto se hablará en un foro tan internacional como los pasillos de las Naciones Unidas, donde jefes de Estado y de Gobierno celebran consultas bilaterales informales para resolver contenciosos de todo tipo, establecer alianzas puntuales e intentar progresar hacia el futuro. ¿Podrá Felipe VI, en su primera irrupción ante este foro, mantener su discurso y sus encuentros dentro de los estrictos límites de la aspiración española por convertirse en miembro del Consejo de Seguridad quizá más desprestigiado de la Historia, impotente ante el surgimiento y las salvajadas llevadas a cabo por el Estado Islámico o las alteraciones del orden diplomático convencional que, casi cada día, practica Vladimir Putin? No me cabe la menor duda de que, tanto el Monarca en Nueva York, como el presidente del Gobierno en la importante plaza de Pekín, habrán de responder a muchas preguntas acerca de cómo va a acabar el contencioso catalán, en el que, por cierto, las miradas del mundo han comenzado a concentrarse una vez superado, con general alivio, el listón del intento independentista escocés.
Cierto es que ya nadie parece interesado en hablar de «marca España», especialmente en la propia España. Cierto es que todo el montaje requiere un planteamiento, una renovación de caras y de ideas, ir más allá. Pero no parece que el concepto pueda, a estas alturas, ser arrojado, sin más, por la ventana. Y ahí están esta semana los dos máximos representantes de la nación procurando, en marcos diferentes, poner en valor esa marca, sometida a demasiados temporales internos y a una cierta pérdida de reputación externa. Solo cabe desear que sus respectivas misiones se cumplan con éxito: necesitamos algo con lo que reanimar la hoy sin duda vacilante moral colectiva, a la que ya no le bastan esos cánticos triunfales que hablan de la buena marcha de la economía. España precisa «contar» en el ámbito internacional más allá de lo que actualmente pueda representar en la Unión Europea. Y esta semana tenemos dos magníficas oportunidades de dar un paso adelante. La semana próxima, quién sabe de qué habrá que ocuparse, aunque usted, amable lector, y yo lo sospechamos.

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