Antonio Casado – El ébola, en el Congreso.


MADRID, 8 (OTR/PRESS)

La reaparición del presidente Rajoy en el Congreso para hablar del ébola, previamente concertada con el líder del PSOE, Pedro Sánchez, sirvió este miércoles para desactivar la tentación de politizar el caso. Pero fueron inevitables los reproches verbales a la ministra de Sanidad, Ana Mato, cuyas iniciales explicaciones sobre la enfermera contagiada (primer caso por transmisión que surge en Europa) no contribuyeron precisamente a infundir calma y seguridad a la opinión pública.
Por tanto, es buena noticia saber que se deja para más adelante su anunciada comparecencia en la comisión correspondiente del Congreso para explicar las actuaciones destinadas a poner bajo control el virus que se escapó de una sala de aislamiento del hospital Carlos III y se instaló en el organismo de una de las enfermeras que atendieron sucesivamente a los dos religiosos españoles repatriados de Africa (qepd).
Lo demás transcurrió por los cauces normales en el cruce dialéctico del presidente con el líder del principal grupo de la oposición en la habitual sesión de control al Gobierno. Rajoy defendió la gestión del Ejecutivo y Sánchez exigió transparencia, rigor y eficacia en el proceso indagatorio de las causas del contagio. Sin embargo, no exigió responsabilidades. Por ahora, renuncia. No porque no las haya («las hay y muy graves», dijo), sino por no aumentar la sensación de incertidumbre e inseguridad que embarga a la opinión publica.
Me parece bien que Sánchez, que pactó con Rajoy el lunes pasado esta oportunidad de que el presidente rompiera su silencio, aplace la exigencia de responsabilidades políticas y vaya de la mano del Gobierno en la fijación de lo que es prioritario: curar a los contagiados (de momento, una persona), vigilar a los que puedan haberse contagiado, corregir los errores que puedan haberse cometido en la aplicación de los protocolos y mantener informada a la opinión pública.
Sánchez ha vuelto a dar así una muestra de responsabilidad que deshace la presunción, artificialmente alimentada por sus adversarios, de que cuenta el tiempo que le falta para estar en condiciones de suprimir el Ministerio de Defensa. Al igual que Rajoy, ha defendido públicamente nuestro sistema sanitario como «uno de los mejores del mundo». Lo cual nos permite esperar que, como en tantas otras ocasiones (colza, gripe aviar, sida, vacas locas, gripe A), nuestros excelentes profesionales acabarán desactivando las amenaza del ébola o acotándola en bajos índices de morbilidad.
Por suerte ya no estamos en los tiempos de la peste negra, que asoló la Europa del siglo XIV. Hoy por hoy, cualquier ciudadano tiene muchas más posibilidades de morir en una curva de la carretera que resultar contagiado por el virus ébola. Pero eso no exime a los poderes públicos y a los profesionales de la Medicina de indagar en las causas del contagio detectado en Madrid, a fin de poner los remedios para que no vuelva a ocurrir.

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