Independencia, la gran estafa.


Las últimas semanas, mi cabeza, como la de tantos españoles, está saciada de nacionalismo hasta la saturación. Además del bombardeo inmisericorde al que estamos siendo sometidos a propósito de la consulta del 9-N primero, y del referéndum de broma, sin urnas y sin censo, después de la claudicación de Artur Mas, tengo en mis manos el libro de Pedro José Rodríguez Iglesias, Independencia, la gran estafa, que será publicado en octubre por La Regla de Oro Ediciones.

En un periodo de tanta confusión, donde todas las ideas tienen cabida –incluso las más disparatadas y deformantes— esta obra pone los puntos sobre las íes y nos dice grandes verdades sobre algunos de los mitos de los nacionalismos, y muy especialmente el catalán, que es ahora el ojo del huracán. ¡Atención!, no hay que perder de vista a los secesionistas de las llamadas nacionalidades históricas, que se frotan las manos porque quizá pronto ellos también puedan recoger las nueces. Y por mal que salgan las cosas en Cataluña, alguna siempre cae.

En Independencia, la gran estafa, el autor, sin excesivos análisis políticos ni incluso históricos, que podrían conferirle al libro una mayor proyección hacia un lector más exclusivo y avezado en estas cuestiones, presenta para el gran público una verdad, para él, indiscutible: que Cataluña es el origen de España partiendo de la provincia romana de Hispania.

Para demostrar su tesis, el autor nos retrotrae al III Concilio de Toledo en el año 589 que es cuando se consigue la primera unidad nacional, al unificar todas las diócesis españolas. La conversión de Recaredo en el siglo VII es un hito importante en la historia de España. Este consolidó la unidad política y fijó la capital de España en Barcelona. En este periodo se consolidan los condados catalanes, mediante estructuras feudales, frente a la monarquía Carolingia. Se constituye la Marca Hispánica y se produce el despegue del Condado de Barcelona en tiempo de Wifredo el Velloso.

La unidad nacional fue refrendada por un castellano, rey de Aragón, Fernando I de Antequera, elegido en el Compromiso de Caspe, en cuyo pacto participaron tres condes catalanes. Este rey es el creador de la Generalitat, el órgano de gobierno más antiguo de España, a la que dotó de competencias. España se gobernaba desde Barcelona, y desde allí se paccionaba, palabra que el autor utiliza a menudo a lo largo del libro, y se gobernaba el resto de España.

Saltando ya al siglo pasado, Pedro José Rodríguez Iglesias nos introduce en el origen y causas del sentimiento independentista tras el declive español por la pérdida de Cuba y Filipinas. Es entonces cuando se empieza a fabular sobre el carácter identitario y la singularidad de los catalanes, y surge la primera base para la consolidación de los futuros mitos que servirán de anclaje a un secesionismo que, según el autor de Independencia, la gran estafa, no estaba en la mente de los primeros ideólogos.

Enric Prat de la Riba, considerado como el primer nacionalista, está de plena actualidad. Según el autor, el amor de Prat a Cataluña no le habría llevado a proponer la independencia. Sin embargo, estas palabras, bien podrían llevarnos a pensar lo contrario:

“El catalán es orgulloso y corajudo”. “No aspiramos a ser diferentes. Lo somos”. “La nacionalidad catalana es un organismo social, completo y autónomo”. “El espíritu catalán engendra la lengua catalana”.

O estas palabras de Cambó hablando del ideólogo nacionalista:

“No tenía entonces, ni tuvo nunca después mientras vivió, otra pasión, otra debilidad que Cataluña, al servicio de la cual consagró toda su vida y todo su esfuerzo. Era tan absoluto este apasionamiento de Prat, que sin la menor dificultad perdonaba agravios o reanudaba amistades si lo creía conveniente para Cataluña. De la misma forma los habría sacrificado sin vacilaciones si los hubiera considerado un estorbo para aquella finalidad”.

Las palabras de Prat de la Riba no llegan a ser disparatadas como las de Sabino Arana hablando de los maketos, pero los habitantes del resto de España con relación a los catalanes, no salen muy bien parados, según su pensamiento.

El autor de Independencia, la gran estafa analiza las consecuencias políticas, económicas y sociales que la secesión de Cataluña tendría para el resto de España, y da en muchas ocasiones pinceladas de humor, por ejemplo, a la hora de hablar de la amistad entre españoles-catalanes y catalanes-españoles, preguntándose además qué ocurriría con las ligas de fútbol catalanas o cómo contemplaríamos la competición Madrid-Barça, siendo este un equipo extranjero.

No sabemos qué ocurrirá el día 9 de noviembre con esta suerte de juego esperpéntico que el señor Mas se ha inventado, ni lo que pasará en los días siguientes, los meses y los años. Rajoy no sabe quién manda en Cataluña; nosotros tampoco. Solo sabemos que España allí gobierna poco y que no se acatan las sentencias judiciales. Y encima hay que ponerles buena cara y hacer como si nada. Los gallegos tienen un dicho para estas ocasiones, acuñado por Castelao: “Mexan por un, e hay que dicir que chove”. Pues eso. Hay quien dice que, muy posiblemente, a no mucho tardar, Cataluña será una nueva república europea. Esto, a pesar del peloteo de la monarquía a este territorio, privilegiado siempre en detrimento de otras regiones. Solo nos queda esperar.

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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