La semana política que empieza – Ahora la llaman «la Sultana».


MADRID, 26 (OTR/PRESS)

En la sede central del PSOE, en la madrileña calle de Ferraz, hay quien a la presidenta andaluza la llama «Susana la Sultana», quizá con humor y con afecto, no digo yo que no; pero también he detectado un poso de resentimiento en algunos de los nuevos «ejecutivos» socialistas: Susana Díaz no respalda tanto como era de esperar al todavía flamante secretario general, Pedro Sánchez. El tema ha trascendido ya a los medios, hasta el punto de que la indudable «lideresa» del PSOE andaluz (y no solamente andaluz, claro está) ha convocado un mitin en Sevilla para, supongo, desmentir rumores y conmemorar los primeros cien días de Sánchez al frente, puede que teórico, del partido. Y esta misma semana tendremos a la presidenta de la Junta protagonizando uno de esos tumultuosos desayunos político-empresarial-periodísticos en Madrid, cuna de todas las tormentas.
Supongo que a la señora Díaz no le hará mucha gracia eso de «la Sultana», que no es ningún invento periodístico, sino un mote surgido, ya digo que con ánimos diferentes, en el «cuartel general» del principal partido de la oposición, donde gobierna, quizá también teóricamente, una dirección que hace lo que puede para imponerse. Pero los frentes internos son demasiados: hay una batalla contra el proyecto de reforma constitucional que quiere alumbrar Sánchez, batalla que difícilmente se entiende cuando algunos de los que ahora la combaten, como Rodríguez Zapatero, fueron los primeros en propugnarla. Hay una batalla contra el «olvido» -y eso sí es culpa de Sánchez- de los «históricos, comenzando por Alfredo Pérez Rubalcaba. Y hay una batalla, que tampoco me resulta muy comprensible, contra todo lo que huela a pacto, siquiera sea coyuntural, con el Gobierno y el Partido Popular. Desconociendo, me parece, que la salida política mejor para el PSOE, y personalmente creo que para el país, sería una futura gran coalición PP-PSOE tras las elecciones, aunque aún es quizá demasiado pronto para aventurarse, como ha hecho Sánchez negando imprudente y tajantemente esta posibilidad, por tales senderos prospectivos.
Es el caso que, cien días después de haber ganado de manera inequívoca el congreso del pasado mes de julio, Sánchez aparece con una imagen debilitada, que puede que tenga origen en parte en algunos de los que yo considero errores en su trayectoria: hizo una escabechina en el grupo parlamentario europeo, ha incomodado a bastantes diputados y senadores, de alguna manera se ha ganado el distanciamiento de Felipe González -que actúa como un Buda intocable- y, ahora, el de Susana Díaz, vaya usted a saber por qué razones que la mera razón no logra penetrar. Y lo peor es que más allá de la Ejecutiva aún relativamente inédita, no se detectan demasiados apoyos internos del «PSOE joven» a la secretaría general, ni se ha producido tampoco un incremento significativo de afiliaciones, me dicen, desde julio.
Sospecho que desde el «sultanato» -con González se habló del «felipato», con Zapatero del «zapaterato»- ofrecerán ahora, quizá ya en ese desayuno madrileño que comentaba, señales más o menos convincentes de apoyo a Sánchez. Sería una insensatez, a mi juicio, no hacerlo. González se permitió el lujo de atacar la proyectada reforma constitucional, piedra angular del programa de Sánchez, en un acto de amplia militancia socialista, el 40 aniversario del congreso de Suresnes, delante del propio secretario general, a quien la andanada le pilló desprevenido. Creo que desdeñar ahora esa reforma, precisamente en vísperas del 9-n y cuando todos requieren una forma de gobernar distinta, es un error, del que los dos ex presidentes socialistas tendrán algún día que dar cuenta, en función de cómo se desarrollen las cosas. Como lo es, creo, andar filtrando, como algunos filtran, que Díaz se está planteando un «aterrizaje de emergencia» en Madrid como posible candidata «en caso de necesidad». Claro que eso tendrá que desmentirlo ella muy explícitamente cuando, este miércoles, en el desayuno que comento -en el que creo que no estará Sánchez, en sesión de control en el Parlamento-, haya de responder a nuestras preguntas muy concretas y sin tapujos ni complicidades.
Creo sinceramente que es llegada la hora de apoyar a Pedro Sánchez, cuyas equivocaciones -el que actúa, a veces yerra- no han adquirido el volumen necesario como para merecer una defenestración interna. Pienso que aunque solamente sea por los gestos, el talante y el deseo regenerador, merece todavía un amplio voto de confianza. Cosa que algunos de los suyos no parecen querer darle. Como si la cosa, con la que está cayendo, permitiese juegos malabares en un río revuelto para ganancia posible de pescadores que van con redes y dinamita, no con cañas.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído