No te va a gustar – ¡Que no, que no quiero que me empujen a votar a Podemos!


MADRID, 28 (OTR/PRESS)

No quiero, no quiero, no y no, que me empujen a votar a «Podemos». No es mi opción política, suponiendo que alguna tuviese, y estoy seguro de que yo tampoco soy su ideal de militante: al menos, algunos a los que se podría identificar como próximos a la formación de Pablo Iglesias me gritaban el pasado viernes, en Oviedo, jornada de protesta, «casta periodística». No sé si formo parte de casta alguna, ni de caspa, pero de casta le viene al galgo: no me gustan los empujones.
Claro que no es Podemos quien me empuja. Más bien, con ellos no hay ni siquiera, hasta ahora, contactos profesionales, aunque yo los haya solicitado. Y tampoco hablo de empujones a mi persona, claro. Hablo de todos esos ciudadanos que, ignorando cuál es el programa completo -o siquiera parcial- de esta formación, se sienten impulsadas a darle su voto futuro, no tanto como respaldo a ellos cuanto como castigo «a los otros». Y «los otros» son, fundamentalmente, aunque no solamente, esos dos grandes partidos nacionales de los que averiguamos casi cada día -más en el caso del PP que en el del PSOE, es cierto; lógico, porque son los «populares» quienes tienen más poder y gobierno- un nuevo «affaire» corrupto, a cuál más vergonzoso y lamentable.
Puede, como dicen los «estados mayores» de los dos grandes partidos, que todos los casos que estamos conociendo correspondan al pasado, lo cual es dudoso en el caso de la «Operación Púnica», en vigor hasta ayer mismo; pero no hay salvaguardas suficientes de cara a que esto no se repita en el futuro. Que Mariano Rajoy, en Murcia -nada menos que en Murcia, donde tantas cosas han pasado- diga que los casos de corrupción son algo excepcional, aislado, ayuda poco a pensar en que se van a poner sobre el tablero todas las energías para combatir algo que constituye ya el elemento número uno de preocupación de los españoles, por encima incluso del paro. Que Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE, alegue que «más corruptos son los del PP» para negar un pacto global, omnicomprensivo, eficaz, contra la corrupción, tampoco es que me genere unas dosis inmensas de confianza en que nada de esta vergüenza colectiva se va a repetir.
Pero ya digo: no quiero que esta enorme frustración, y la que me produce todo lo que se va destapando en Cataluña -en dura competencia con Madrid por encabezar el «top ten» de la corrupción-, en Baleares, en la Comunidad Valenciana, en Andalucía, etcétera, me lleve a votar necesariamente a Podemos. Primero, me tendrán que convencer de que son una alternativa verdadera de Gobierno, y no un movimiento de canalización del descontento ciudadano, lo que, admito, ya no es poco. Una vez que me demuestren que, con ellos, las cosas irían mejor que con este bipartidismo imperfecto -y tanto-, trufado con algunos nacionalismos, entonces, y solo entonces, si hay que votar a Podemos, pues se les vota y en paz. Pero sin empujar, eh, sin empujar.

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