Fernando Jáuregui – Falta de cariño.


MADRID, 6 (OTR/PRESS)

Aún no se han apagado los ecos de la encuesta del CIS, claro está. He escuchado las interpretaciones más diversas: que si, al hacerse la encuesta mediante visitas a domicilio, el sondeo registra un porcentaje de parados mayor que los que se hacen por teléfono, y ya se sabe que los parados votan más en plan «disconforme»; que si el muestreo no registró los últimos escándalos de corrupción; que si ese factor, la corrupción, pesa más o menos a la hora de modificar la intención de voto; que si el PP registra un claro voto oculto… De lo que me parece que se ha hablado muy poco es del «elemento simpatía». Y es, creo, el fundamental.
El votante, que es, además, contribuyente, quiere que le traten con cariño. Y nuestros representantes no nos lo dan. Tengo en mi memoria la fotografía de Barack Obama abrazando a la enfermera que se curó del ébola. Eso ocurría, claro, en los Estados Unidos. No he visto abrazos oficiales, ni siquiera apretones de manos, algo, con Teresa Romero, esa heroína que ha sugerido haberse sentido no demasiado bien tratada por el estamento político, y supongo que se refería de manera muy específica al consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, cuyas palabras han sido mucho más desafortunadas que su actuación en la gestión de esta crisis.
Y eso es lo malo: que la gestión puede ser eficaz, pero la venta de la misma es desastrosa. Y en política, cuántas veces se ha dicho, las formas son tan importantes como el fondo. Tienen razón nuestros interlocutores del PP cuando dicen que «el problema es que no sabemos comunicar». No, no saben, y la clave no reside en si sus gabinetes de prensa son mejores o peores: nadie puede mejorar una realidad deficiente. Y la falta de contacto, el alejamiento vía pantallas de plasma, la ausencia de diálogo, de participación ciudadana, son algo cotidiano, patente, que la opinión pública percibe y castiga primero en las encuestas, después, quién sabe, en las urnas.
Gobernar de otra forma a los españoles resulta esencial, y ya sabe usted, amable lector, que no me refiero solamente al Gobierno del PP y al partido que lo sustenta, que también. Incluyo al mismísimo fenómeno Podemos en esa crítica de falta de cercanía y transparencia. Lo que ocurre es que los «nuevos» no son tan conocidos en sus carencias afectivas y de simpatía como los «viejos». Los «nuevos», al fin y al cabo, no se hacen los distraídos cuando los periodistas les abordan en los pasillos del Congreso, simplemente porque no están en esos pasillos. A los «nuevos» nadie puede criticarles su falta de empatía hacia los enfermos, porque ellos no gestionan eso. Ellos están a lo que otros tal vez deberían estar: a salir en las teles, en todas las teles. Y eso, salir en las teles explicando tu mensaje, también es importante, ¿o no? Que se lo digan a Hollande, que, ante su caída de popularidad, ha elaborado un calendario urgente de comparecencias ante los medios para explicar su programa y su actuación, sin restricciones de preguntas, sin plasmas, sin mirar hacia otro lado. Y, maravilla de maravillas, incluso sonriendo.

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