Andrés Aberasturi – Llegó la fecha.


MADRID, 6 (OTR/PRESS)

Pues ya está, ya llegó el 9N y todos expectantes. Sería conveniente partir de una base fundamental: no es mi intención ni apreciar ni despreciar nada y mucho menos tomarme a chacota ni dramatizar lo que va a suceder dentro de unas horas en Cataluña. Dicho lo cual -y para reforzar aun más lo anterior- creo que me he ganado por edad, que no por méritos, el derecho a contemplar la vida y sus afanes desde la prudente distancia de los años y con la dosis de escepticismo suficiente como para que muchos salva-patrias de ambos lados -los salva-patrias abundan y crecen en todos sitios- me pongan a parir, acusándome de frívolo, de irresponsable y hasta de ignorante. Y tal vez tengan razón en las tres cosas.
Pero no tengo más remedio que cambiar ese rictus de preocupación que parece el propio de este 9N, por otro que estaría entre la curiosidad divertida y -si se me permite- la condescendiente. Si el «renegado» Boadella se decidiera, tiene en estas horas previas y en la jornada misma, un formidable argumento para una comedia, como lo tendría el gran Berlanga para uno de sus sainetes corales.
Es que todo esto es como una gran representación de algo que no se sabe qué es, que no se sabe cómo se va hacer y que no se sabe para qué va a servir. Y todos, unos y otros, medios de comunicación, redes sociales, preocupadísimos por una situación absolutamente confusa que se va improvisando minuto a minuto: urnas que no son urnas, colegios electorales que no lo son, funcionarios de pega, censo que no existe, una Generalidad que se mantiene al margen pero que dice que está detrás de la consulta, una sala de prensa espectacular donde ofrecer los datos ¿de qué exactamente? Tampoco se sabe porque esto no es un referéndum sino otra cosa ya que carece de cualquier garantía. Y mientras, los Mossos movilizados e inmóviles y sin saber muy bien qué deben hacer y qué no.
El panorama es un poco surrealista, la verdad, y aunque el fondo del asunto pueda tener trascendencia, la puesta en escena está más cerca del vodevil que de la tragedia; nada es lo que parece aunque los actores de esta especie de farsa («enredo, trama o tramoya para aparentar o engañar») se pongan muy serios e hilvanen hermosas frases para la historia. Y todo esto si nos ceñimos a estas horas y las próximas, porque si contemplamos un poco los recortes de las hemerotecas, nos topamos con las grandes propuestas de futuro recogidas en informes elaborados por la Asamblea Nacional Catalana con más de un millón de afiliados y con tesis muy próximas a las del Gobierno de Artur Mas; en ellos se diseñan unas fuerzas armadas catalanas compuestas por efectivos terrestres, reservistas, unidades de operaciones especiales, vehículos blindados, buques, aviones de transporte, aviones no tripulados e incluso cazas de combate además, claro, de una servicio de Inteligencia.
No sé qué será de Cataluña -ni de España- dentro de cincuenta años, pero toda esta movida creada unilateralmente por Mas y su gobierno con la inestimable colaboración/presión de Esquerra y movimientos ciudadanos tan clarividentes como esta Asamblea Nacional Catalana, no parece que tengan demasiado recorrido en un mundo como el que hoy nos toca vivir. Tal vez por eso, se me permita no tomarme demasiado en serio lo del choque de trenes y demás tópicos que se vienen usando últimamente. Me asomaré a mi ventana el domingo a una hora prudencial y veré como llega el día 10 de Noviembre sin que nuestras vidas, me temo, hayan cambiado en absoluto. Sólo espero con todas mis fuerzas que no haya ni un solo contusionado, ni una sola herida en todo este ajetreo.

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